viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 6: Una divergente en llamas y con runas

Hoooolaaaaa a tod@@@@s!!!!!!!!! Esta semana no me he pasado por el Blog, culpa el nuevo curso. Os dejo el Capi, a ver si os gusta, esta bien ;))


Un Centro de Entrenamiento con jardín


El Centro de Entrenamiento tiene una torre diseñada exclusivamente para los tributos y sus equipos. Éste será nuestro hogar hasta que empiecen los juegos. Cada distrito tiene una planta entera, sólo hay que subir a un ascensor y pulsar el botón correspondiente al número del tuyo. Fácil de recordar.
He subido un par de veces en el ascensor del Edificio de Justicia del Distrito 12, una para recibir la medalla por la muerte de mi padre, y ayer, para despedirme por última vez de mi familia y amigos. Sin embargo, aquél era una cosa oscura y ruidosa que se movía como un caracol y olía a leche agria. Las paredes de este ascensor están hechas de cristal, así que puedes ver a la gente de la planta de abajo convertirse en hormigas conforme sales disparada hacia arriba. Es emocionante y me siento tentada de preguntarle a Effie Trinket si podemos volver a subir, pero, por algún motivo, creo que sonaría infantil. Al parecer, las tareas de Effie no concluyen en la estación, sino que Haymitch y ella nos supervisarán hasta que lleguemos al mismísimo campo de batalla. En cierto modo, es una ventaja, porque, al menos, se puede contar con ella para que nos lleve de un lado a otro a tiempo, mientras que no hemos visto a Haymitch desde que cerramos nuestro trato en el tren. Seguro que está inconsciente en alguna parte. Por otro lado, es como si Effie estuviese en una nube; es la primera vez que el equipo al que acompaña causa sensación en la ceremonia inaugural. Alaba no sólo nuestros trajes, sino también nuestra conducta y, según lo cuenta, ella conoce a todas las personas importantes del Capitolio y ha estado hablando bien de nosotros todo el día, intentando conseguir patrocinadores.
--Pero he sido muy misteriosa --dice, con los ojos entrecerrados--, porque, claro, Haymitch no se ha molestado en contarme su estrategia. Sin embargo, he hecho todo lo posible con lo que tenía: que Katniss se había sacrificado por su hermana y que los dos habéis luchado con éxito por superar la barbarie de vuestro distrito. --¿Barbarie? Es irónico que lo diga una mujer que ayuda a prepararnos para una matanza. ¿Y en qué basa nuestro éxito? ¿En que sabemos comportarnos en la mesa?--. Por supuesto, todos tienen sus reservas, porque sois del distrito minero. Así que les he dicho, y ha sido muy astuto por mi parte: «Bueno, si se ejerce la suficiente presión sobre el carbón, ¡se convierte en una perla!».
Effie esboza una sonrisa tan resplandeciente que no tengo más remedio que alabar con entusiasmo su astucia, aunque se equivoque. El carbón no se convierte en perla, pues las perlas crecen en el interior de los moluscos. Seguramente quería decir que el carbón se convierte en diamante, aunque tampoco es cierto. He oído que en el Distrito 1 hay una máquina que puede convertir en diamante el grafito, pero nosotros no extraemos grafito, eso era parte del trabajo del Distrito 13, hasta que lo destruyeron. Me pregunto si lo sabrán las personas con las que nos ha estado promocionando; a lo mejor tampoco les importa.
--Por desgracia, no puedo cerrar tratos con los patrocinadores. Sólo lo puede hacer Haymitch --sigue diciendo ella, en tono lúgubre--. Pero no os preocupéis, lo llevaré a las negociaciones a punta de pistola, si es necesario.
Aunque tenga muchos defectos, hay que admirar la determinación de esta mujer.
Mi alojamiento es más grande que nuestra casa en la Veta; es lujoso, como el vagón del tren, y tiene tantos artilugios automáticos que seguro que no me da tiempo a pulsar todos los botones. Sólo en la ducha hay un cuadro con más de cien opciones para controlar la temperatura del agua, la presión, los jabones, los champús, los aceites y las esponjas de masaje. Cuando sales, pisas una alfombrilla que se activa para secarte el cuerpo con aire. En vez de luchar con los enredos del pelo húmedo, coloco la mano en una caja que envía una corriente eléctrica a mi cuero cabelludo, de modo que tengo el cabello desenredado, peinado y seco casi al instante. Me cae por la espalda como una cortina lustrosa. Por primera vez en la historia alguien del 12 cumple la tercera regla de Isabelle.
Programo el armario para que elija un traje a mi gusto. Nada de lo que hay en él está entre mis preferencias, pero es mejor que ir desnuda; quizá encuentre algo de polvo de carbón para ponerme. Las ventanas amplían y reducen partes de la ciudad, siguiendo mis órdenes. Si susurras el tipo de comida que quieres de un menú gigantesco en una especie de micrófono, la comida aparece calentita en menos de un minuto. Recorro la habitación comiendo hígado de oca y pan esponjoso hasta que llaman a la puerta. Es Effie, para decirme que es la hora de cenar. Bien, estoy muerta de hambre. Cuando entramos en el comedor, Peeta, Cinna y Portia están de pie al lado de un balcón desde el que se ve el Capitolio. Me alegra ver a los estilistas, sobre todo después de oír que Haymitch se unirá a nosotros. Una comida presidida por Effie y Haymitch está abocada al desastre. Además, en realidad el objetivo de la cena no es comer, sino planear nuestras estrategias, y Cinna y Portia ya han demostrado lo valiosos que son. Un hombre silencioso vestido con una túnica blanca nos ofrece unas copas de vino. Se me ocurre rechazarlo, pero nunca lo he probado, salvo el fluido casero que utiliza mi madre para la tos, y ¿cuándo podré volver a probarlo? Le doy un trago al líquido ácido y seco, y pienso para mis adentros que podría mejorarse con unas cucharaditas de miel. Haymitch aparece justo cuando están sirviendo la cena. Parece que él también ha pasado por un estilista, porque está limpio, arreglado y más sobrio que nunca, al menos desde que lo conozco. No rechaza el vino, pero, cuando empieza la sopa, me doy cuenta de que es la primera vez que lo veo comer. Quizá sea de verdad capaz de controlarse lo bastante para ayudarnos.
Cinna y Portia parecen ejercer un efecto civilizador sobre Haymitch y Effie. Al menos, se dirigen el uno al otro con educación, y los dos elogian sin parar el acto de inauguración de nuestros estilistas. Mientras parlotean, me concentro en la comida: sopa de champiñones, verduras amargas con tomates del tamaño de guisantes, ternera asada cortada en rodajas tan finas como papel, fideos en salsa verde y queso que se derrite en la lengua con uvas negras dulces. Los sirvientes, chicos jóvenes vestidos con túnicas blancas como el que nos trajo el vino, se mueven sin decir nada de un lado a otro, procurando que los platos y copas estén siempre llenos. Cuando llevo la mitad del vaso de vino, la cabeza me empieza a dar vueltas, así que me paso al agua. No me gusta esta sensación y espero que pase pronto; es un misterio cómo Haymitch puede estar así todo el rato.
Intento concentrarme en la conversación, que trata sobre los trajes para las entrevistas, cuando una chica coloca una tarta de aspecto increíble sobre la mesa y la enciende con habilidad. La tarta se ilumina y las llamas parpadean en los bordes durante un rato hasta que por fin sea paga. Tengo un momento de duda.
--¿Qué la hace arder? ¿Es alcohol? --pregunto, mirando a la chica--. Es lo último que... ¡Oh! ¡Yo te conozco!
No era capaz de ponerle nombre ni de ubicar el rostro de la chica, pero estoy segura: pelo rojo oscuro, rasgos llamativos, piel de porcelana blanca. Sin embargo, mientras lo digo, noto que las entrañas se me
encogen de ansiedad y culpa al verla, y, aunque no puedo acordarme, sé que existe un mal recuerdo asociado con ella. La expresión de terror que le pasa por la cara sólo sirve para confundirme e incomodarme más. Sacude la cabeza para negarlo rápidamente y se aleja a toda prisa de la mesa. Cuando miro a mis acompañantes, los cuatro adultos me observan como halcones.
--No seas ridícula, Katniss. ¿Cómo vas a conocer a un avox? --me suelta Effie--. Es absurdo.
--¿Qué es un avox? --pregunto, como si fuera estúpida.
--Alguien que ha cometido un delito; les cortan la lengua para que no puedan hablar --contesta Haymitch--. Seguramente será una traidora. No es probable que la conozcas.
--Y, aunque la conocieras, se supone que no hay que hablar con ellos a no ser que desees darles una orden --dice Effie--. Por supuesto que no la conoces.
Sin embargo, la conozco y, cuando Haymitch pronuncia la palabra traidora, recuerdo de qué, aunque no puedo admitirlo, porque todos se me echarían encima.
--No, supongo que no, es que... --balbuceo, y el vino no me ayuda.
--Delly Cartwright --salta Peeta, chasqueando los dedos--. Eso es, a mí también me resultaba familiar y no sabía por qué. Entonces me he dado cuenta de que es clavada a Delly.
Delly Cartwright es una chica regordeta de cara mustia y pelo amarillento que se parece a nuestra sirvienta tanto como un escarabajo a una mariposa. También es probable que sea la persona más simpática del planeta: sonríe sin parar a todo el mundo en el colegio, incluso a mí. Nunca he visto sonreír a la chica del pelo rojo, pero recojo con gratitud la sugerencia de Peeta.
--Claro, eso era. Debe de ser por el pelo --digo.
--Y también algo en los ojos --añade Peeta.
--Oh, bueno, si es sólo eso --dice Cinna, y la mesa vuelve a relajarse--. Y sí, la tarta tiene alcohol, aunque ya se ha quemado todo. La pedí especialmente en honor de vuestro fogoso debut.
Nos comemos la tarta y pasamos a un salón para ver la repetición de la ceremonia inaugural que están echando por la tele. Hay otras parejas que causan buena impresión, pero ninguna está a nuestra altura. Hasta nuestro equipo deja escapar una exclamación cuando nos ve salir del Centro de Renovación.
--¿De quién fue la idea de cogeros de la mano? --pregunta Haymitch.
--De Cinna --responde Portia.
--El toque justo de rebeldía. Muy bonito.
¿Rebeldía? Me paro a pensarlo un momento y lo entiendo cuando me acuerdo de las otras parejas, distantes y tensas, sin tocarse ni prestarse atención, como si su compañero no existiese, como si los juegos ya hubiesen empezado. Al presentarnos no como adversarios, sino como amigos, hemos destacado tanto como nuestros trajes en llamas. Me gusta, y no solo la estrategia, sino como la he llevado acabo. «Peeta quiere matarte. --me recuerdo-- Lo hizo para ganar terreno.»
--Mañana por la mañana es la primera sesión de entrenamiento. Reuníos conmigo para el desayuno y os contaré cómo quiero que os comportéis --nos dice Haymitch a Peeta y a mí, sacándome de mis pensamientos--. Ahora id a dormir un poco mientras los mayores hablamos.
Peeta y yo recorremos juntos el pasillo hasta nuestras habitaciones. Cuando llegamos a mi puerta, se apoya en el marco, no para impedir que entre, sino para captar mi atención.
--Con que Delly Cartwright. Qué casualidad encontrarnos aquí con su gemela.
Me está pidiendo una explicación y siento la tentación de dársela. Los dos sabemos que me ha encubierto, así que vuelvo a estar en deuda con él. Si le cuento la verdad sobre la chica, quizá estemos en paz. ¿Qué daño puede hacerme? Aunque repita por ahí la historia, no podría hacerme mucho daño, porque sólo era algo que vi hace tiempo. Además, él había mentido tanto como yo al decir lo de Delly Cartwright. Me doy cuenta de que quiero hablar con alguien sobre la muchacha, con alguien que pueda ayudarme a averiguar su historia. Gale habría sido mi primera elección, pero no es probable que vuelva a verlo. Intento decidir si contárselo a Peeta le daría alguna ventaja sobre mí, aunque no veo cómo. Quizá compartir una confidencia lo haga creer que lo considero un amigo. Además, la idea de la chica con la lengua cortada me asusta, me ha recordado por qué estoy aquí. No es para lucir modelitos sorprendentes y comer manjares, sino para morir de forma sangrienta mientras la audiencia anima al asesino.
¿Se lo cuento o no se lo cuento? Todavía tengo el cerebro embotado por culpa del vino, así que miro al pasillo vacío, como si la decisión estuviese allí mismo. Peeta nota mi vacilación.
--¿Has estado ya en el tejado? --Niego con la cabeza--. Cinna me lo enseñó. Desde allí se ve casi toda la ciudad, aunque el viento hace bastante ruido.
Traduzco su comentario como: «Allí nadie nos oirá hablar». La verdad es que yo también tengo la sensación de estar bajo vigilancia.
--¿Podemos subir sin más?
--Claro, vamos --responde Peeta.
Lo sigo escaleras arriba hasta el tejado. Hay una salita con techo abovedado con una puerta que da al exterior. Cuando salimos al frío aire nocturno, la vista me quita el aliento: el Capitolio brilla como un enorme campo lleno de luciérnagas. La electricidad del Distrito 12 viene y va; lo habitual es que sólo tengamos unas cuantas horas al día. Es normal que por las noches nos iluminemos con velas, y sólo puedes contar con ella cuando televisan los juegos o algún mensaje importante del Gobierno, que hemos de ver por obligación. Sin embargo, aquí no tienen escasez nunca. Peeta y yo caminamos hasta el borde del tejado, y yo inclino la cabeza para observar la calle, que está llena de gente. Se oyen los coches, algún grito de vez en cuando y un extraño tintineo metálico. En el Distrito 12 estaríamos ya todos pensando en acostarnos.
--Le pregunté a Cinna por qué nos dejaban subir, si no les preocupaba que algunos tributos decidieran saltar por el borde --me dice Peeta.
--¿Y qué te respondió?
--Que no se puede. --Alarga la mano hacia el borde, que parece vacío; se oye un chasquido y la aparta muy deprisa--. Es algún tipo de campo eléctrico que te empuja hacia el tejado.
--Siempre preocupados por nuestra seguridad --digo. Aunque Cinna le haya enseñado a Peeta el tejado, me pregunto si podemos estar aquí a estas horas, solos. Nunca he visto a los tributos en el tejado del Centro de Entrenamiento, pero eso no quiere decir que no nos estén grabando--. ¿Crees que nos observan?
--Quizá. Ven a ver el jardín.
Al otro lado de la cúpula han construido un jardín con lechos de flores y macetas con árboles. De las ramas cuelgan cientos de carillones, que son los culpables del tintineo. Aquí, en el jardín, en esta noche de viento, bastan para ahogar la conversación de dos personas que no quieren ser oídas. Peeta me mira con expectación y yo finjo que examino una flor.
--Un día estábamos cazando en el bosque, escondidos, esperando que apareciese una presa --susurro.
--¿Tu padre y tú?
--No, con mi amigo Gale. --Noto una sombra en sus ojos que antes no estaba. Aunque parezca raro Tris y no Izzy fue la que me enseñó a captar eso. Sabe calar los sentimientos e intenciones de la gente; lo necesita con Cuatro.-- De repente, todos los pájaros dejaron de cantar a la vez, todos salvo uno, que parecía estar cantando una advertencia. Entonces la vimos. Estoy segura de que era la misma chica. Un chico iba con ella, y los dos llevaban la ropa hecha jirones. Tenían ojeras por la falta de sueño y corrían como si sus vidas dependieran de ello.
Durante un instante guardo silencio, mientras recuerdo cómo nos paralizó la imagen de aquella extraña pareja, obviamente de fuera del Distrito 12, huyendo a través del bosque. Más tarde nos preguntamos si los podríamos haber ayudado a escapar, y quizá sí, quizá hubiésemos podido esconderlos de habernos dado prisa. Nos pillaron por sorpresa, sí, pero éramos cazadores, sabíamos cómo se comportan los animales en peligro; supimos que la pareja tenía problemas en cuanto la vimos, y nos limitamos a mirar.--El aerodeslizador surgió de la nada --sigo contándole a Peeta--. Es decir, el cielo estaba vacío y, un instante después, ya no lo estaba. No hacía ningún ruido, pero ellos lo vieron. Soltaron una red sobre la chica y la subieron a toda prisa, tan deprisa como el ascensor. Al chico lo atravesaron con una especie de lanza atada a un cable y lo subieron también. Estoy segura de que estaba muerto. Oímos a la chica gritar una vez, creo que el nombre del chico. Después desapareció el aerodeslizador, se esfumó en el aire, y los pájaros volvieron a cantar, como si no hubiese pasado nada.
--¿Te vieron?
--No lo sé, estábamos bajo un saliente rocoso --respondo, aunque sí lo sé: hubo un momento, después de la advertencia del pájaro pero antes de que llegase el aerodeslizador, en que la chica nos vio. Me miró a los ojos y me pidió ayuda, y Gale y yo no respondimos.
--Estás temblando --dice Peeta.
El viento y la historia me han robado el calor del cuerpo. El grito de la chica..., ¿habría sido el último? Peeta se quita la chaqueta y me la echa sobre los hombros. Empiezo a retroceder, pero al final lo dejo, decidiendo por un segundo aceptar tanto su chaqueta como su amabilidad. Una amiga haría eso, ¿verdad?
--¿Eran de aquí? --pregunta, mientras me abrocha un botón del cuello. Asiento. Los dos tenían el aire del Capitolio, tanto el chico como la chica--. ¿Adónde crees que iban?
--Eso no lo sé --respondo. El Distrito 12 es el final de la línea, más allá sólo hay territorio salvaje. Sin contar las ruinas del Distrito 13, que todavía arden por culpa de las bombas tóxicas. De vez en cuando las sacan por televisión para que no olvidemos--. Ni tampoco por qué se irían de aquí. Haymitch ha dicho que los avox son traidores, pero ¿traidores a qué? Sólo pueden ser traidores al Capitolio, pero aquí tenían de todo. No había razón para rebelarse.
--Yo me iría --suelta Peeta. Después mira a su alrededor, nervioso, porque lo había dicho lo bastante alto para que lo oyeran, a pesar de los carillones--. Me iría a casa ahora mismo, si me dejaran, aunque hay que reconocer que la comida es estupenda.
Me ha vuelto a encubrir: si alguien lo escuchase, no serían más que las palabras de un tributo asustado, no de alguien dándole vueltas a la incuestionable bondad del Capitolio.
--Hace frío, será mejor que nos vayamos --dice. Dentro de la cúpula se está calentito y hay luz. Sigue hablando en tono casual--. Tu amigo, Gale, ¿es el que se llevó a tu hermana en la cosecha?
--Sí. ¿Lo conoces?
--La verdad es que no, aunque oigo mucho a las chicas hablar de él. Creía que era tu primo o algo así, porque os parecéis.
--No, no somos parientes.
--¿Fue a decirte adiós? --me pregunta, después de asentir con la cabeza, hermético.
--Sí.--respondo, observándolo con atención. ¿A él que le importa?-- Me visitaron todas mis amigas llorando, y mi familia --mientras le cuento me quedo poco a poco sin voz. Tengo que tragarme las lágrimas y cambiar de tema-- y también tu padre. Me llevó galletas.
Peeta levanta las cejas, como si no lo supiese, pero, después de verlo mentir con tanta facilidad, no le doy mucha importancia.
--¿En serio? Bueno, tu hermana y tú le caéis bien. Creo que le habría gustado tener una hija, en vez de una casa llena de chicos. --La idea de que hayan hablado de mí durante la comida, junto al fuego de la panadería o de pasada en la casa de Peeta hace que me sobresalte. Seguramente sería cuando su madre no estaba en el cuarto--. Conocía a tu madre cuando eran pequeños.
Otra sorpresa, aunque probablemente cierta.
--Ah, sí, ella creció en la ciudad --respondo, porque no me parece educado decir que nunca ha mencionado al panadero, salvo para elogiar su pan. Hemos llegado a mi puerta, así que le devuelvo la chaqueta--. Nos vemos por la mañana.
--Hasta mañana --responde, y se aleja por el pasillo.
Cuando abro la puerta, la chica del pelo rojo está recogiendo mi malla de cuerpo entero y las botas del suelo, donde yo las había dejado antes de la ducha. Quiero disculparme por si la había metido en líos antes, hasta que recuerdo que no debo hablar con ella, a no ser que tenga que darle una orden.
--Oh, lo siento --digo--. Se suponía que tenía que devolvérselo a Cinna. Lo siento. ¿Se lo puedes llevar?
Ella evita mirarme a los ojos, asiente brevemente y se va. Estoy a punto de decirle que siento mucho lo de la cena, pero sé que mis disculpas son más profundas, que estoy avergonzada por no haber intentado ayudarla en el bosque, por dejar que el Capitolio matase al chico y la mutilase a ella sin mover ni un dedo para evitarlo. Como si hubiese estado viendo los juegos por la tele. Me quito los zapatos y me meto bajo las sábanas sin quitarme la ropa. No he dejado de temblar. Quizá la chica no se acuerde de mí, aunque sé que me engaño: no se te olvida la cara de la persona que era tu última esperanza. Me tapo la cabeza, como si eso me protegiese de la muchacha pelirroja que no puede hablar. Sin embargo, puedo sentir sus ojos clavados en mí, atravesando muros, puertas y ropa de cama.

Me pregunto si disfrutará viéndome morir.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Él mío es el Blogsito más tierno... CONCURSO

Tú Blogsito es el más tierno




Doy gracias a Marry Katherine de Hey, soul hipster por darme este premio, que por cierto adoro el tema ( + TIERNO )


Normas:

- agradecer al blog que te nomino y mencionar su blog

- contestar las preguntas
- nominar a otros 11 blogs
- hacer otras 11 preguntas
- hacerte seguidor del blog si no lo eras antes

Respondo preguntas:

¿ te gusta viajar?
Adoro viajar. Sobre todo por conocer las otras culturas, hacer fotos (ojalá pudiera dedicarme a ello), aprender el idioma...

¿cual es tu postre favorito?
Tarta de queso... mmmmmmm ;)

¿hay alguna historia/pelicula/serie/libro... lo que sea, que ha marcado tu vida yo forma de ser?
Creo que en general todas las historias que he leído me han marcado, porqué aprendo, no sé como explicarlo... aprendo otra forma de ser y pensar que me gusta, y de cada una un carácter o punto de vista del mundo. Sobre todo Divergente y Lo Juegos del Hambre me hicieron plantearme muchas cosas y creo que consiguieron hacerme un poco más valiente.

¿sueles acordarte de tus sueños?
Depende de la noche, pero hay algunos que sí tipo:
Un perrito aparece en tu puerta con una bolsa en la boca llena de ropa nueva de Stradivarius... Y otros que ojalá no... tipo: 
De repente los amigos de tu exnovio te llaman y cuando te giras te acorralan. Aparece él, se te declara 4 veces y luego coge y te besa, y tu ahí parada como una idiota porque el sueño no te deja moverte, y no puedes decirle que no quieres, que por eso se acabo todo la otra vez... eso es mi tortura. O también que mis amigas cogen y le dicen a mí... EXPRETENDIENTE (no es un exnovio realmente porque se me declaró y al pobre le dije que no, y se quedo super cortado, y desde ahí no me habla. Lo malo es que el chico de la pregunta de ¿cual es tu mayor deseo en estos momentos?  es su mejor amigo, todo un lío para nosotros, porque no quiere que el otro se enfade. Lo mejor de todo es que el que se me declaró ahora está con otra, y de eso va el sueño). Le envian un mensaje diciendo que si le gusto, y así el se creerá que yo le quiero, cosa que no hago, y su otro amigo, el que si me gusta, no se lanzará nunca. ES UN ASCO, PERO SI TIENE A OTRA QUE LE DÉN Y QUE DEJE DE MIRARME! 
Gracias por leer mi asqueroso sueño-realidad-confesion-flashback.

¿estas a favor o en contra de los toros en españa?
EN CONTRA TOTALMENTE. Es explotación y maltrato animal hacia el toro. Deberían ponerse en su lugar los toreros, a ver si les gustaban tanto los banderines y lo de las orejas... es una tortura para el pobre toro al que le toque entrar en la plaza. TORTURA, MALTRATO... LOS TOREROS SON LOS ANIMALES!!!!!!

¿te gusta el humor negro?
Me da un poco de cosa el humor negro... aunque es bonito para ser algo triste.

¿has llorado con alguna pelicula? si es asi ¿cual?
En escenas de Los Juegos del Hambre como la muerte de Rue (es preciosa y fatal a la vez, como en el libro), y realmente sé que el otro día lloré en una de estas que nos gustan  nosotros tipo, pues eso Los Juegos del Hambre o Cazadores de Sombras (por el rechazo de Jace a Clary, aunque luego sepa que pasa no puedo evitarlo, o lo de que son hermanos y no pueden estar juntos (una idiotez con todas las letras)), y en alguna de pena tipo esas. También debo decir que soy una pequeña actriz en mi insti e interpreto ese tipo de escenas en casa para poder llorar (como un entrenamiento) y... DESPUÉS DE TODO EL VERANO PUEDO LLORAR EN CUALQUIER ESCENA!!!
Lo sé, me enrollo ;))

¿que arma escogerias para el apocalipsis zombie?
Una vez (o sea tres o cuatro) soñé con el apocalipsis zombie y lo pasé fatal, pero me funcionaban de categoría una buena barra de metal o un bate, así que supongo que una de esas y una escopeta cargadita.
¿te gustan las dilataciones, pircings y/o tatuajes?
Me gustaría hacerme un segundo pendiente en la oreja, pero nada más,que me da cosa hacérmelo.

¿cual es tu mayor deseo en estos momentos?
Que por fin mañana en mi primer día de insti un chico que siempre me sonríe, me mira todo el patio, intenta hacerme reír (confirmado por mis amigas, no son imaginaciones mías) y me acompañó una vez a casa me pida algo (una cita) o se ponga a hablar conmigo. La verdad el año pasado no me daba mucha cuenta, y el pobre estará plufff... pero a ver si se anima!!!!!!

definete en 7 palabras
Interesante, madura, estudiosa, inteligente, ingeniosa, coqueta, positiva.


Mis preguntas:

1.- ¿Cual ha sido tu mayor lío amoroso? (tipo tu me gustas, yo a ti no pero al otro sí, que si ahora este se pone en medio y cambian de opinión... ese tipo de líos, no de los que se hacen en privado con otro en tu habitación (no doy más detalles que creo que está claro))

2.- ¿Te gustaría cambiar algo de ti?

3.- ¿Se te dan bien los deportes o los exámenes?

4.- ¿Te gusta el estilo choni (Arrrgggg...), el básico o el de la purpurina y el color fosfi (Bufffffff)?

5.- ¿Qué esperas de alguien a quién conoces? (Qué crees que estaría dispuest@ a hacer por tí)

6.- ¿Te gusta más el Pop, el Dance, el Rock, el Jazz... música?

7.- EL DÍA 20 SEGUIRÉ QUE ES TARDE Y MADRUGO  :((

Gifs Animados Escuela (18)
Esta seré yo mañana :((

jueves, 12 de septiembre de 2013

Capítulo 5: Una divergente en llamas y con runas

Os dejo hoy el Capítulo 5 y hasta el próximo viernes 20 nada más, lo he explicado con mucho pesar en el Capítulo 13 de mi otra historia. Pues como siempre que os guste (de este adoro el final), y que se pase rápido la semana!!!!!!!!



Capítulo 5: Unos trajes irresistibles

¡Ras! Aprieto los dientes mientras Venia, una mujer de pelo color turquesa y tatuajes dorados sobre las cejas, me arranca una tira de tela de la pierna, llevándose con ella el pelo que había debajo. No, definitivamente esto no lo aguanta ni Izzy. Tienen suerte de que no sea ella, o estarían ya todos degollados de culpa de mi látigo. Y si yo misma tuviera aquí mi arco…
--¡Lo siento! --canturrea con su estúpido acento del Capitolio--. ¡Es que tienes mucho pelo!
¿Por qué habla esta gente con un tono tan agudo? ¿Por qué apenas abren la boca para hablar? ¿Por qué acaban todas las frases con la misma entonación que se usa para preguntar? Vocales extrañas, palabras recortadas y un siseo cada vez que pronuncian la letra ese... Por eso a todo el mundo se le pega su acento, claro. Venia intenta demostrar su comprensión.
--Pero tengo buenas noticias: éste es el último. ¿Lista?
Me agarro a los bordes de la mesa en la que estoy sentada y asiento con la cabeza. Ella arranca de un doloroso tirón la última zona de pelo de mi pierna izquierda. Llevo más de tres horas en el Centro de Renovación y todavía no conozco a mi estilista. Al parecer, no está interesado en verme hasta que Venia y los demás miembros de mi equipo de preparación no se hayan ocupado de algunos problemas obvios, lo que incluye restregarme el cuerpo con una espuma arenosa que no sólo me ha quitado la suciedad, sino también unas tres capas de piel, darle uniformidad a mis uñas y, sobre todo, librarse de mi vello corporal. Piernas, brazos, torso, axilas y parte de mis cejas se han quedado sin un solo pelo, así que parezco un pájaro desplumado, listo para asar. No me gusta, tengo la piel irritada, me pica y la siento muy vulnerable. Sin embargo, he cumplido mi parte del trato que hicimos con Haymitch y no he puesto ni una objeción.
--Lo estás haciendo muy bien --dice un tipo que se llama Flavius. Agita sus tirabuzones naranjas y me aplica una capa de pintalabios morado--. Si hay algo que no aguantamos es a los lloricas. ¡Embadurnadla!
Venia y Octavia, una mujer regordeta con todo el cuerpo teñido de verde guisante claro, me dan un masaje con una loción que primero pica y después me calma la piel. Acto seguido me levantan de la mesa y me quitan la fina bata que me han permitido vestir de vez en cuando. Me quedo aquí, completamente desnuda, mientras los tres me rodean y utilizan las pinzas para eliminar hasta el último rastro de pelo. Sé que debería sentir vergüenza, pero me parecen tan poco humanos que es como si tuviese a un trío de extraños pájaros de colores picoteando el suelo alrededor de mis pies. Los tres dan un paso atrás y admiran su trabajo.
--¡Excelente! ¡Ya casi pareces un ser humano! --exclama Flavius, y todos se ríen.
--Gracias --respondo con dulzura, obligándome a sonreír para demostrarles lo agradecida que estoy--. En el Distrito 12 no tenemos muchas razones para arreglarnos.
--Claro que no, ¡pobre criatura! --dice Octavia, juntando las manos, consternada. Creo que me los he ganado con mi respuesta.
--Pero no te preocupes --añade Venia--. Cuando Cinna acabe contigo, ¡vas a estar absolutamente divina!
--¡Te lo prometemos! ¿Sabes? Ahora que nos hemos librado de tanto pelo y porquería, ¡no estás tan horrible, ni mucho menos! --afirma Flavius, para animarme--. ¡Vamos a llamar a Cinna!
Salen disparados del cuarto. Los miembros del equipo de preparación son tan bobos que me resulta difícil odiarlos. Sin embargo, curiosamente, sé que son sinceros en su intento por ayudarme. Miro las paredes y el suelo, todo tan frío y blanco, y resisto el impulso de recuperar la bata. Sé que este Cinna, mi estilista, hará que me la quite en cuanto llegue, así que me llevo las manos al cabello, la única zona que mi equipo tenía órdenes de respetar. Me acaricio las trenzas de seda que mi madre ha colocado tan bien. Mi madre; me he dejado su vestido azul y sus zapatos en el suelo del vagón, no se me ocurrió recogerlos ni intentar aferrarme a algo suyo, de casa. Ahora me arrepiento.
La puerta se abre y entra un joven que debe de ser Cinna. Me sorprende lo normal que parece; casi todos los estilistas a los que entrevistan en la tele están tan teñidos, pintados y alterados quirúrgicamente que resultan grotescos, pero Cinna lleva el pelo corto y, en apariencia, de su color castaño natural. Viste camisa y pantalones negros sencillos, y la única concesión a las modificaciones de aspecto parece ser un delineador de ojos dorado aplicado con generosidad. Resalta las motas doradas de sus ojos verdes y, a pesar del asco que me producen el Capitolio y sus horrendas modas, no puedo evitar pensar que lo hace muy atractivo.
--Hola, Katniss. Soy Cinna, tu estilista --dice en voz baja, aunque casi sin la afectación típica del Capitolio.
--Hola --respondo, con precaución.
--Dame un momento, ¿vale? --me pide. Camina a mi alrededor y observa mi cuerpo desnudo, sin tocarme, pero tomando nota de cada centímetro. Resisto el impulso de cruzar los brazos sobre el pecho--. ¿Quién te ha peinado?
--Mi madre.
--Es precioso. Mucha clase, la verdad, en un equilibrio casi perfecto con tu perfil. Tiene dedos hábiles.
Esperaba a alguien extravagante, alguien mayor que intentara desesperadamente parecer joven, alguien que me viera como un trozo de carne que había que preparar para una bandeja. Cinna no es nada de eso.
--Eres nuevo, ¿verdad? No creo haberte visto antes --le digo. La mayoría de los estilistas me resultan familiares, son constantes en el siempre cambiante grupo de los tributos. Algunos llevan en esto toda mi vida.
--Sí, es mi primer año en los juegos.
--Así que te han dado el Distrito 12 --comento, porque los recién llegados suelen quedarse con nosotros, el distrito menos deseable.
--Lo pedí expresamente --responde, sin dar más explicaciones--. ¿Por qué no te pones la bata y charlamos un rato?
Me pongo la bata y lo sigo hasta un salón en el que hay dos sofás rojos con una mesita baja en medio. Tres paredes están vacías y la cuarta es entera de cristal, de modo que puede verse la ciudad. Por la luz, debe de ser mediodía, aunque el cielo soleado se ha cubierto de nubes. Cinna me invita a sentarme en uno de los sofás y se sienta en frente de mí; después pulsa un botón que hay en el lateral de la mesa y la parte de arriba se abre para dejar salir un segundo tablero con nuestra comida: pollo y gajos de naranja cocinados en una salsa de nata sobre un lecho de granos blancos perlados, guisantes y cebollas diminutos, y panecillos en forma de flor; de postre hay un pudin de color miel. Intento imaginarme preparando esta misma comida en casa. Los pollos son demasiado caros, pero podría apañarme con un pavo silvestre. Necesitaría matar un segundo pavo para cambiarlo por naranjas. La leche de cabra tendría que servir de sustituta de la nata. Podemos cultivar guisantes en el huerto y tendría que conseguir cebollas silvestres en el bosque. No reconozco el cereal, porque nuestras raciones de las teselas se convierten en una fea papilla marrón cuando las cocinas. Para conseguir los panecillos lujosos tendría que hacer otro trueque con el panadero, quizás a cambio de dos o tres ardillas. En cuanto al pudin, ni siquiera se me ocurre qué llevará dentro. Harían falta varios días de caza y recolección para hacer esta comida y, aun así, no llegaría a la altura de la versión del Capitolio. Me pregunto cómo será vivir en un mundo en el que la comida aparece con sólo presionar un botón. ¿A qué dedicaría las horas que paso recorriendo los bosques en busca de sustento si fuese tan fácil conseguirlo? ¿Qué hacen todo el día estos habitantes del Capitolio, además de decorarse el cuerpo y esperar al siguiente cargamento de tributos para divertirse viéndolos morir? Levanto la mirada y veo los ojos de Cinna clavados en los míos.
--Esto debe de parecerte despreciable. --¿Me lo ha visto en la cara o, de algún modo, me ha leído el pensamiento? Sin embargo, tiene razón: toda esta gente asquerosa me resulta despreciable--. Da igual --dice Cinna--. Bueno, Katniss, hablemos de tu traje para la ceremonia de inauguración. Mi compañera, Portia, es la estilista del otro tributo de tu distrito, Peeta, y estamos pensando en vestiros a juego. Como sabes, es costumbre que los trajes reflejen el espíritu de cada distrito.
Se supone que en la ceremonia inaugural tienes que llevar algo referente a la principal industria de tu distrito. Distrito 11, agricultura; Distrito 4, pesca; Distrito 3, fábricas. Eso significa que, al venir del Distrito 12, Peeta y yo llevaremos algún tipo de atuendo minero. Como el ancho mono de los mineros no resulta especialmente atractivo, nuestros tributos suelen acabar con trajes con poca tela y cascos con focos. Un año los sacaron completamente desnudos y cubiertos de polvo negro, como si fuese polvo de carbón. Los trajes siempre son horrendos y no ayudan a ganarse el favor del público, así que me preparo para lo peor.
--Entonces, ¿será un disfraz de minero? --pregunto, esperando que no sea indecente.
--No del todo. Verás, Portia y yo creemos que el tema del minero está muy trillado. Nadie se acordará de vosotros si lleváis eso, y los dos pensamos que nuestro trabajo consiste en hacer que los tributos del Distrito 12 sean inolvidables.
«Está claro que me toca ir desnuda», pienso.
--Así que, en vez de centrarnos en la minería en sí, vamos a centrarnos en el carbón.
«Desnuda y cubierta de polvo negro», pienso otra vez.
--Y ¿qué se hace con el carbón? Se quema --dice Cinna--. No te da miedo el fuego, ¿verdad, Katniss? --Ve mi expresión y sonríe.
Unas cuantas horas después, estoy vestida con lo que puede ser el vestido más sensacional o el más mortífero de la ceremonia de inauguración. Esto le volvería loca a Izzy, incluso a Alec; creo que le gustan los chicos más de lo que dice. Una vez, esperaba a Isabelle en la puerta de su casa. Tardaba demasiado, como siempre, así que me harté y decidí llamar. A mí pesar, Alec fue el que abrió. Estábamos los dos a solas esperando en su comedor, sin decir una palabra. Yo intenté hablar, pero él me respondía con evasivas o de una forma no muy amable. Y se lo insinué, de una forma no muy amable. «Él no es el único capaz de ser así de borde» Pensé yo. Mala idea. Casi me mata, y como recurso me amenazó con ello si volvía a decir una “estupidez de esa magnitud”.
Llevo una sencilla malla negra de cuerpo entero que me cubre del cuello a los tobillos, con unas botas de cuero brillante y cordones que me llegan hasta las rodillas. Sin embargo, lo que define el traje es la capa que ondea al viento, con franjas naranjas, amarillas y rojas, y el tocado a juego. Cinna pretende prenderles fuego justo antes de que nuestro carro recorra las calles.
--No es fuego de verdad, por supuesto, sólo un fuego sintético que Portia y yo hemos inventado. Estarás completamente a salvo --me asegura, pero no me acaba de convencer; es posible que acabe convertida en barbacoa humana cuando lleguemos al centro de la ciudad. Apenas llevo maquillaje, sólo unos toquecitos de iluminador. Me han cepillado el pelo y me lo han recogido en una sola trenza, que es como suelo llevarlo.
--Quiero que el público te reconozca cuando estés en el estadio --dice Cinna en tono soñador--: Katniss, la chica en llamas.
Se me pasa por la cabeza que la conducta tranquila y normal de Cinna puede estar ocultando a un loco de remate.A pesar de la revelación de esta mañana sobre el carácter de Peeta, me alivia verlo aparecer vestido con un traje idéntico. Como es hijo de panadero y tal, debe de estar acostumbrado al fuego. Su estilista, Portia, y el resto de su equipo lo acompañan, y todos están de los nervios por la sensación que vamos a causar. Todos salvo Cinna, que acepta las felicitaciones como si estuviera algo cansado. Nos llevan al nivel inferior del Centro de Renovación, que es, básicamente, un establo gigantesco. La ceremonia inaugural va a empezar y están subiendo a las parejas de tributos en unos carros tirados por grupos de cuatro caballos. Los nuestros son negro carbón, unos animales tan bien entrenados que ni siquiera necesitan un jinete que los guíe. Cinna y Portia nos conducen a nuestro carro y nos arreglan con cuidado la postura del cuerpo y la caída de las capas antes de apartarse para comentar algo entre ellos.
--¿Qué piensas? --le susurro a Peeta--. Del fuego, quiero decir.
--Te arrancaré la capa si tú me arrancas la mía --me responde, entre dientes.
--Trato hecho. --Quizá si logramos quitárnoslas lo bastante deprisa evitemos las peores quemaduras. Lo malo es que nos soltarán en el campo de batalla estemos como estemos--. Sé que le prometí a Haymitch que haría todo lo que nos dijeran, pero creo que no tuvo en cuenta este detalle.
--Por cierto, ¿dónde está? ¿No se supone que tiene que protegernos de este tipo de cosas?
--Con todo ese alcohol dentro, no creo que sea buena idea tenerlo cerca cuando ardamos.
De repente, los dos nos echamos a reír. Supongo que estamos tan nerviosos por los juegos y, más aún, tan aterrados por la posibilidad de acabar convertidos en antorchas humanas, que no actuamos de forma racional.
Empieza la música de apertura. No cuesta oírla, la ponen a todo volumen por las avenidas del Capitolio. Unas puertas correderas enormes se abren a las calles llenas de gente. El desfile dura unos veinte minutos y termina en el Círculo de la Ciudad, donde nos recibirán, tocarán el himno y nos escoltarán hasta el Centro de Entrenamiento, que será nuestro hogar/prisión hasta que empiecen los juegos.
Los tributos del Distrito 1 van en un carro tirado por caballos blancos como la nieve. Están muy guapos, rociados de pintura plateada y vestidos con elegantes túnicas cubiertas de piedras preciosas; el Distrito 1 fabrica artículos de lujo para el Capitolio. Oímos el rugido del público; siempre son los favoritos. El Distrito 2 se coloca detrás de ellos. En pocos minutos nos encontramos acercándonos a la puerta y veo que, entre el cielo nublado y que empieza a anochecer, la luz se ha vuelto gris. Los tributos del Distrito 11 acaban de salir cuando Cinna aparece con una antorcha encendida.
--Allá vamos --dice, y, antes de poder reaccionar, prende fuego a nuestras capas. Ahogo un grito, esperando que llegue el calor, pero sólo noto un cosquilleo. Cinna se coloca delante de nosotros, prende fuego a los tocados y deja escapar un suspiro de alivio--. Funciona. --Después me levanta la barbilla con cariño--. Recuerda, la cabeza alta. Sonríe. ¡Te van a adorar!
Cinna se baja del carro de un salto y tiene una última idea. Nos grita algo que no oigo por culpa de la música, así que vuelve a gritar y gesticula.
--¿Qué dice? --le pregunto a Peeta. Por primera vez, lo miro y me doy cuenta de que, iluminado por las llamas falsas, está resplandeciente, y que yo también debo de estarlo.
--Creo que ha dicho que nos cojamos de la mano --responde. Me coge la mano derecha con su izquierda, y los dos miramos a Cinna para confirmarlo. Él asiente y da su aprobación levantando el pulgar; es lo último que veo antes de entrar en la ciudad.
La alarma inicial de la muchedumbre al vernos aparecer se transforma rápidamente en vítores y gritos de «¡Distrito 12!». Todos se vuelven para mirarnos, apartando su atención de los otros tres carros que tenemos delante. Al principio me quedo helada, pero después nos veo en una enorme pantalla de televisión y nuestro aspecto me deja sin aliento. Con la escasa luz del crepúsculo, el fuego nos ilumina las caras, es como si nuestras capas dejaran un rastro de llamas detrás. Cinna hizo bien al reducir el maquillaje al mínimo: los dos estamos más atractivos y, además, se nos reconoce perfectamente.
«Recuerda, la cabeza alta. Sonríe. ¡Te van a adorar!»
Oigo las palabras del estilista en mi cabeza, así que levanto más la barbilla, esbozo mi mejor sonrisa y saludo con la mano que tengo libre. Me alegra estar agarrada a Peeta para guardar el equilibrio, porque él es fuerte, sólido como una roca. Conforme gano confianza, llego a lanzar algún que otro beso a los espectadores; la gente del Capitolio se ha vuelto loca, nos baña en flores, grita nuestros nombres, nuestros nombres propios, ya que se han molestado en buscarlos en el programa. La música alta, los vítores y la admiración me corren por las venas, y no puedo evitar emocionarme. Cinna me ha dado una gran ventaja, nadie me olvidará. Ni mi aspecto, ni mi nombre: Katniss, la chica en llamas. Por primera vez siento una chispa de esperanza. ¡Tiene que haber algún patrocinador dispuesto a escogerme! Y con un poco de ayuda extra, alguna comida, el arma adecuada... ¿Por qué voy a dar los juegos por perdidos?
Alguien me tira una rosa roja y yo la cojo, la huelo con delicadeza y lanzo un beso en dirección a quien me la haya tirado. Cientos de manos intentan capturar mi beso, como si fuese algo real y tangible.
--¡Katniss! ¡Katniss! --Los oigo gritar mi nombre por todas partes. Todos quieren mis besos. Hasta que entramos en el Círculo de la Ciudad no me doy cuenta de que debo de haber estado cortándole la circulación de la mano a Peeta, tan fuerte se la tenía cogida. Miro nuestros dedos entrelazados y aflojo un poco, pero él me vuelve a coger con fuerza.
--No, no me sueltes --dice, y la luz del fuego se refleja en sus ojos azules--. Por favor, puede que me caiga de esta cosa.
--Vale.
Así que seguimos cogidos, aunque no puedo evitar sentirme extraña por la forma en que Cinna nos ha unido. La verdad es que no es justo presentarnos como un equipo y después tirarnos en la arena para que nos matemos el uno al otro.Los doce carros llenan el circuito del Círculo de la Ciudad. Todas las ventanas de los edificios que rodean el círculo están abarrotadas de los ciudadanos más prestigiosos del Capitolio. Nuestros caballos nos llevan justo hasta la mansión del presidente Snow, y allí nos paramos. La música termina con unas notas dramáticas. El presidente, un hombre bajo y delgado con el cabello blanco como el papel, nos da la bienvenida oficial desde el balcón que tenemos encima. Lo tradicional es enfocar las caras de todos los tributos durante el discurso, pero en la pantalla veo que Peeta y yo salimos más de lo que nos corresponde. Con forme oscurece, más difícil es apartar los ojos de nuestro centelleante atuendo. Aunque cuando suena el himno nacional hacen un esfuerzo por enfocar a cada pareja de tributos, la cámara se mantiene fija en el carro del Distrito 12, que recorre el círculo una última vez antes de desaparecer en el Centro de Entrenamiento. En cuanto se cierran las puertas, nos rodean los equipos de preparación, que farfullan piropos apenas inteligibles. Miro a mi alrededor y veo que muchos de los otros tributos nos miran con odio, lo que confirma mis sospechas de que los hemos eclipsado a todos, literalmente. Después aparecen Cinna y Portia, que nos ayudan a bajar del carro, y nos quitan con cuidado las capas y los tocados en llamas. Portia los apaga con una especie de bote con atomizador.
De repente me doy cuenta de que sigo pegada a Peeta y me obligo a abrir los dedos, agarrotados. Los dos nos masajeamos las manos.
--Gracias por sostenerme. No me sentía muy bien ahí arriba --dice Peeta.
--No lo parecía. Te juro que ni me he dado cuenta.
--Seguro que no le han prestado atención a nadie más que a ti. Deberías llevar llamas más a menudo, te sientan bien.
Después me ofrece una sonrisa de una dulzura tan genuina, con el toque justo de timidez, que hace que me sienta muy cerca de él. Sin embargo, una alarma se me enciende en la cabeza: «No seas tan estúpida: Peeta planea matarte --me recuerdo--. Quiere que te confíes para convertirte en una presa fácil. Cuanto más te guste, más mortífero será».
Pero, como yo también sé jugar, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla, justo en el moratón.
Lo aprendí de Isabelle: Técnicas para ser más femenina. Nos dio la tediosa charla a todas las del grupo cuando estábamos en la plaza, celebrando el Año Nuevo. No podíamos escapar si queríamos celebrarlo, así que nos tocó aguantar. Decía que la plaza estaba llena (más posibles candidatos), y la gente (o sea, los chicos) estaban por lo general más felices que de costumbre. Las reglas, por alguna extraña razón, se quedaron grabadas en mi cerebro: Mantén siempre una postura que marque tus curvas (cosa que no tengo), para que se fije en ti. Si ya se ha fijado en ti y te mira, parpadea más a menudo y con más fuerza (cosa que nos hace parecer idiotas) mientras sonríes. Tu pelo, piel y uñas impecables (en la vida alguien del grupo ha cumplido esa regla, ni nadie de Abnegación en realidad). Nada de apestar a hollín (el Distrito entero huele a hollín, así que es imposible, pero por lo general se camufla con el olor del Distrito en sí. Eso convierte a esta regla en más absurda que las anteriores). Cuando hables con él tu voz debe ser suave y agradable (de normal eso no me pasa) y nada de rudezas ni insultos, sigues con los parpadeos  en todo momento. Si crees que puede funcionar, como despedida besas su mejilla; así le volverás loco y con ganas de más.

Gracias Isabelle; espero haberle dejado al menos un poco mareado o sorprendido. Con mi traje y esta nueva máscara aspiro a ser irresistible.

Capítulo 13: En mi mente de hielo agrietado

Sé que os acabo de dejar el 12 hace media hora,pero es que no sé cuando volveré a publicar, ya que este finde me voy con una amiga a mi pueblo para despedirme de las vacaciones, que el lunes empiezo el insti. Tranquil@s,como tope el viernes 20 publicaré el 14, no me voy para siempre. Besos y que se os haga corta la espera, que a mí tampoco me va ha gustar la semana ;(


Capítulo 13

Suspiro y miro al pálido techo. ¿Qué me ha hecho este chico? Me ha embrujado o algo así. Me gusta muchísimo.
Em está en su escritorio ojeando papeles. Su ordenador suelta un pitido que ella para presionando un tecla, y de repente me mira. Se parece muchísimo a mí madre. Si la hubiese conocido un par de años atrás habría llorado. La echo de menos con todo mi corazón, pero no puedo hacer nada y llorar no es una opción para mí. Creo que ya lo hice demasiado en el pasado.
– Hora de rehabilitación –me dice sonriente.

No creía que la rehabilitación fuera a ser tan angustiosa. Toda la tarde haciendo movimientos repetitivos y continuos bajo la supervisión de Emily, gran parte de ellos dolorosos. Ella me da ánimos y me ayuda bastante, pero duele igual. Si llegara Erik y me ayudara esto sería más gratificante, pero está en clase, y yo aquí.
– Ya acabamos cariño –suelto un suspiro de alivio. Le estoy cogiendo cariño de verdad a Emily, actúa como mi madre y es igual que ella. Paso mis manos por el pelo que cae sobre mi frente y lo retiro hacia atrás. Me agobio- Dentro de unos pocos días podrás ir a clase, pero visitarme por la tarde –me dice guiñándome un ojo. Suena el timbre que anuncia el fin del día en clase.
– Visitarte sería genial si no tuviera que hacer rehabilitación al venir –ella se encoje de hombros con una sonrisa. Me tiende una mano y yo la miro; sujeta una goma negra entre sus dedos.
– Quédatela –yo le sonrío y la cojo con ansia. Recojo mi pelo en una coleta parecida a la suya, un poco más desordenada. Unos brazos rodean mi cintura y unos labios besan mi nuca. Agarro los misteriosos brazos con los míos y los aprieto más contra mí. Noto su respiración en mí nuca y un escalofrío me recorre entera. Sus dedos hacen círculos en mí vientre y me relajan como a un animal doméstico. Inclino mi cuello hacia atrás y giro la cabeza para encontrarme con sus profundos ojos. Nos besamos una vez más con cariño. Emily se aclara la garganta y nosotros nos separamos.
Yo me entretengo jugando con los dedos de Erik mientras él me observa divertido. Julie está sentada delante, un poco apartada para mi gusto, así que intento entablar conversación.
– Julie ¿Cómo te ha ido el día?, porqué a mí fatal –me doy cuenta de lo que he dicho y miro a Eric que me observa un poco dolido. Una de mis manos suelta sus dedos y acaricia desde su codo a su muñeca para volver a agarrar sus dedos. Me acerco a su oído-. No por ti –le susurro y beso su mandíbula. Me dirige una sonrisa de suficiencia y me separo-, por la rehabilitación –añado más alto.
– Pues bastante aburrido contigo en la enfermería o acaparada –dice, lanzándole a Erik una mirada un tanto agresiva. Erik tuerce el gesto y abre la boca para replicar, pero yo lo interrumpo; no quiero que dos de las pocas personas a las que más quiero se peleen, y menos por mí culpa.
– Bueno, mañana te prometo que comeremos juntas –ella no responde- ¿Vale?
- Vale –dice un poco más animada. Ahora me vuelco en Erik. Julie parece darse cuenta de que he acabado con ella y se gira. Erik observa los dedos que yo antes acariciaba, creo que con anhelo. Vuelvo a rodear sus dedos con los míos y levanta la mirada inmediatamente, sonriendo.
– No quiero separarme de ti –me dice.
– Ni yo –respondo. Acto seguido acaricio una de sus mejillas, pero parece que a Erik no le basta. Hace un movimiento rápido y aprisiona mí cintura con sus brazos. Sus labios presionan los míos y se abren un poco. Yo me obligo a hacer lo mismo; nunca había hecho nada igual en mi vida. Nuestras leguas se rozan y acarician. Al principio no sé qué hacer y mi lengua se deja acariciar, pero poco a poco me desenvuelvo y me dejo llevar. Meto mis manos bajo su chaqueta y noto unos músculos bajo su ropa; no me desagradan en absoluto. Abro las palmas de mis manos y le aprieto más contra mí, y él me responde besándome con más ganas. No. El autobús ya está a una manzana de su casa. Nos separamos para respirar pero no aparto mis manos de su espalda. El pega nuestras frentes y nuestros alientos se mezclan.
- ¿Quieres –se aclara la garganta y está jadeando-, quieres venir a casa? 
–Oh. No sé qué responder, no por qué no quiera, sino por qué no sé qué pasará. Levanta su mirada para encontrar la mía. Di algo ya. Yo también aclaro mi garganta.
– Me encantará.

Capítulo 12: En mi mente de hielo agrietado

Es bastante pastelon, lo sé. Estoy deseando que la historia avance para daros un susto de muerte ;)) Pero hasta que no empiece la Parte II no habrá sustos muy grandes. Que os guste!!!!!!!!!!!


Capítulo 12

Erik me mira sonriente. Yo paso mis brazos  por su cuello.
- ¿Cómo? –le digo sonriendo.
– Espera aquí –me susurra. Besa mi mejilla y sale de aquí. Suelto un suspiro y Emily me mira riéndose.
– Es culpa tuya que se haya ido –le digo riendo.
– Tuya por caer de ese caballo. Pero es muy bonito.
- ¿El qué?
- Todo. Vuestra relación, como es contigo, como eres con él y también lo que hará –yo sonrío como una idiota.
– ¿Qué hará? –pregunto para intentar no parecer subnormal con esa sonrisa.
– Por ahí viene.
Erik llega cargado con una bandeja en cada mano ¿Le han dejado salir de la cafetería con todo eso? ¡Y no se ha caído por el camino helado tan cargado! Deja una bandeja en la mesita de noche que hay al lado de mi cama y la otra al pie de la misma. Corro hacia él todo lo que se puede con una  pierna escayolada. Él rodea mi cintura y yo le beso. Directamente, no sé cómo ni con qué valor lo he hecho pero no me arrepiento. Mis manos descansan en sus hombros y las suyas en mis caderas. No hay centímetros que nos separen, solo ropa. ¿Qué? ¡He pensado yo eso! ¡No puede ser! Me rindo. No se puede pensar en otra cosa cuando besas que no sea la otra persona. Me separo y él vuelve a la carga. Me encanta que lo haga. Me río por dentro y creo que todo mi cuerpo expulsa euforia de colores, como un arcoíris. Mis tripas gruñen y él posa su mano sobre mí vientre. Yo estoy muy nerviosa, otra vez. Se separa un poco y ríe.
– Deberíamos empezar a comer –me susurra. Yo me pongo roja de vergüenza y maldigo a mi cuerpo por gruñir.
Nos separamos. Mi cuerpo se hiela sin él. Busco mi chaqueta a ciegas ya que creo haberla colgado en el cabezal de la cama. Me la pongo y me siento en la cama. Mi pierna mala está completamente estirada, pero la otra está doblada y esconde mi pie bajo mi otro muslo. Así Erik puede sentarse a mi lado y yo seré más feliz. Sí, lo sé, soy idiota. Lo que hace el amor.
Cojo mi bandeja y se me hace la boca agua. Estofado de carne, adoro este plato y con el hambre que tengo no durará mucho. Erik se sienta a mi lado y coge su bandeja.
– Que aproveche –nos dice Em desde su escritorio-. Voy a la cafetería. ¡No hagáis nada que yo no haría! –nos grita ya desde el pasillo. Nosotros reímos y creo escuchar que ella también. ¿Qué podríamos hacer? ¿Ordenar su mesa desordenada? ¿Abollar mí almohada? Somos dos adolescentes solos, no una jauría de perros. Oh, oh, oh. Dos adolescentes solos ¿Se refería a…? No, no, no puede pensar en eso. Devoro mi bandeja para no mirar a Erik. ¿Qué habrá pensado él de eso?
- Annie...
- ¿Sí? –demasiado inocente.
– Quería disculparme y explicarte lo… lo de dirección –bufff menos mal. Espera ¡Lo de dirección! No, no, eso ya lo solucionamos.
- No hace falta –no quiero recordarlo, no quiero discutir con él.
– Sí, porqué fui un gran idiota.
– No –cojo su mano y la acaricio. Él tiene la mirada fija en mi mano.
– Annie solo, solo lo dije así porqué me dolía que no fuera cierto –me apeno por él  y me maldigo a mí. Me enfadé por algo que era lo que yo quería en realidad. Esto es surrealista. Yo solita soy excepcional, y no es un cumplido.
– Yo también me enfadé –el aprieta mí mano- y luego descubrí que lo hice porqué me importaba –susurro-. Que me importabas –digo ya más alto, aunque no demasiado.
– Lo siento –dice mirándome a los ojos-, no tuve que hablarte así –levanto su barbilla con mi mano y me acerco a él.
– Pero ahora estamos juntos –le digo dudosa a dos centímetros de distancia. Él sonríe y me besa.
– Siempre –susurra él. Yo le sonrío más y me sonrojo. Su mano va a parar a mi cuello y me acerca- me encanta cuando te sonrojas -susurra. Lo que provoca que me sonroje más. Hundo mi cara en su pecho para que no me vea y me río.
- ¿Hola? –me separo abruptamente de Erik.
– Pasa –le digo a Julie-. Creí que no me ibas a visitar –y frunzo el ceño de una forma poco creíble.
– ¡Eh! –dice sentándose al lado de mí almohada- Que sabía que ibas a tener buena compañía –se ríe. Yo la abrazo y río también. Erik nos mira.
- ¿No estáis un poco… mmmmm… locas? –nos provoca otra oleada de risa.
– Un poquito –le decimos a la vez. Julie y yo conectamos, me gusta.

Suena el timbre. Lo estaba pasando bien. Julie besa mi mejilla, se despide y se va a las clases de la tarde. Los dos nos miramos. Él pasa su mano por la parte alta de mi cuello introduciendo sus dedos por mí pelo y nos besamos. Me encanta esta despedida.
– Nos vemos luego –me dice.
– Nos vemos luego –le digo yo sonriendo. Él se aleja y cuando no puedo más suelto su mano. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

No rodarán Cazadores de Sombras: Ciudad de Ceniza

Ayyy Diooooosssssss!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Esto duele hasta 
escribirlo!!!!!!!!!!!!!!! :'((



No habrá secuela de Cazadores de sombras: Ciudad de hueso, al menos de momento. Según informa la web The Wrap, Constantin Film ha decidido aplazar de forma indefinida la producción de Cazadores de sombras: Ciudad de ceniza, a sólo una semana del inicio. "Constantin Film tiene una larga tradición en adaptar libros para la gran pantalla. Retrasar el comienzo de la producción de Ciudad de ceniza no ha sido una decisión tomada a la ligera. Pero después de hablar con todos nuestros socios de la parte creativa y de distribución, y estaba claro que iba a ser beneficioso tener más tiempo para hacer un hueco a la película en el mercado actual", ha afirmado el productor ejecutivo Martin Moszkowicz.

Aunque Moszkowicz ha dejado claro que el motivo principal es que "queremos aprovechar todo el potencial" de la serie literaria de Cassandra Clare, en la que se basa la franquicia, para no defraudar a los centenares de fans. Todo apunta a que lo que les ha llevado a tomar esta decisión es el mal resultado obtenido por la primera película de la saga en la taquilla mundial. Y es que los 58 millones de dólares recaudados en medio planeta no han podido cubrir el presupuesto de 60 millones de dólares, en el que no está incluida la publicidad.

Las estrellas de Cazadores de sombras: Ciudad de huesoLily CollinsJamie Campbell Bower y Kevin Zegers, habían firmado para protagonizar la segunda película, y Sigourney Weaver acababa de incorporarse al elenco de la cinta que iba a dirigir Harald Zwart.

Capítulo 11: En mi mente de hielo agrietado

El Capítulo 11 cuatro días antes d lo que tocaba!!!! Es un regalito porqué estoy feliz,simple ;)) Espero que os guste el reencuentro, que sé que os dejé ahí colgados.

Capítulo 11

Un muchacho apuesto me mira desde el principio del pasillo un poco inseguro y dudoso. Yo le regalo mi mejor sonrisa, aunque un poco tímida para mi gusto. Finalmente se dirige hacia mí y Julie se da la vuelta mirando el cogote del que tiene delante; sé que tendrá la oreja puesta. 

Erik no deja de mirarme, ni yo a él. Cuando se sienta a mi lado le miro con ternura, timidez y nervios. Demasiados nervios, me tiemblan las manos. Él se da cuenta y las rodea con las suyas mientras me mira tiernamente con una sonrisa en su boca. Realmente no sé qué hacer, pero no huiré como ayer, nunca más. Miro sus ojos, que me absorben. Sus preciosos ojos verdes de un color tan oscuro que creo que soy la única que lo ha descubierto, porqué soy la única que le puede mirar de esta forma, me gusta.
– Eres preciosa –dice acariciando mi mejilla. Me sonrojo y mi sonrisa se ensancha. Es el momento de aprender a hacer amigos. Mis manos sueltan las suyas, se arrastran por sus brazos y agarran sus codos. Le atraigo hacia mí tirando de ellos. Él se acerca a mí y juntamos nuestros labios. Nos besamos poco a poco, absorbiendo el calor del otro, notando la suavidad de sus labios como una caricia suave que te relaja al instante y te atrae hacia ella. Su olor me inunda y me hace querer estar siempre pegada a él, sin separarme ni un milímetro nunca. Nos separamos poco a poco aunque no quiera, pero tampoco quiero parecer desesperada, aunque en cierta medida quizás si lo esté por él.
– Me gustas mucho –consigo susurrarle yo cuando la punta de mi nariz aún roza la suya. Él ríe un poco y yo le imito. Me abraza y yo no me niego; ni harta de vino. Apoyo mi cabeza en su cuello. Mi frente toca su cálida piel y me relajo. Su mano acaricia mi espalda con cariño; creo que en cualquier momento podría ronronear como un gato.
- ¿Te duele? –me susurra. Lo tengo que pensar. Su mano roza mi espalda. Mi espalda está plagada de moratones multicolores. Comienza a tener sentido- ¿Annie?
- Mmmmm… ahora mismo no lo notaba –sé que podría parecer tonta, pero solo es cariño y embobamiento fusionados. El ríe un poco y luego apoya su cabeza sobre la mía. Noto su mejilla sobre mi pelo, tan suave y cálida. El autobús para y se vacía poco a poco.                                                                                                                                                          
- ¿Vamos? –nos dice Julie. Tiene una sonrisa socarrona que yo intento ignorar. Erik separa su mejilla de mí y yo alzo la cabeza. Verlo sonreír me hace hacerlo a mí también. Nos levantamos y avanzamos por el pasillo. Cuando llegamos a la puerta del autobús Erik me coge por debajo de los hombros y yo pego un saltito por el susto, pero no me suelta. Me levanta y me deja ya en el asfalto, evitando que tenga que bajar esas horribles escaleras. Julie se adelanta y nosotros nos rezagamos un poco.
– Gracias –le digo con una sonrisa pegada en mi cara-, pero no hacía falta.
-  No quiero que te hagas daño –me dice sonriendo. Me da la mano y la cojo con fuerza, como si fuera a escaparse.
- ¡Chicos –grita Julie desde la puerta-, vamos o llegaremos tarde! 

Golpeo el marco de la puerta dos veces y la mirada de Emily se dirige hacia mí.
- ¡Hola Annie! –se percata de que Erik está detrás de mí, sonríe más si es posible y se corrige- Y Erik. Pasad –entramos en la habitación y me dirijo a mi cama. Me siento en el borde y suelto un suspiro ¿Cómo puedo estar tan cansada a las ocho de la mañana? Suena el timbre para anunciar que empieza la primera clase. Erik me mira.
– Ve –le digo. Me mira dudoso- Em cuidará de mí.
– Darlo por hecho –nos dice Em sonriendo desde su escritorio.                                                                                                                                                    – Vale –me susurra Erik. Se inclina, pasa su mano por mi cuello y me besa. Me deja atontada. Acaricio su mejilla y se va. Em me mira con la boca abierta, pero sonriendo; raro en ella ¿verdad? Viene hacia mí corriendo. Me ahueca la almohada y se sienta a mí lado de una forma nerviosa.
- ¡Annie! Enhorabuena -me dice-, te lo dije, eres guapísima –dice mientras acaricia mí mejilla- y buena persona –lo dudo, tampoco soy mala, pero no creo ser tan perfecta- ¡Sabía  que no se podría resistir! Seguro que no es el único que te ha echado el ojo.
– Nadie sabe que existo, no creo que sea la gran musa del instituto -y pongo los ojos en blanco.
– Tienes que saber verlo ¿Y si no te has dado cuenta? Serían todos ciegos si no se fijaran –acto seguido suelta una risita y se marcha. 
Podría alguien darse cuenta de existo y yo no saberlo. Es muy poco probable sí que me concentro en alguien que si se ha dado cuenta de mi existencia. Desde que me vio se fijó en mí. No sé qué le hizo hacerlo. Todo en mi era normal, no sobresalgo.


El timbre suena y le rugo a Emily que me deje ir a la cafetería para comer con Julie y Erik. Después de un rato negociando llega Erik, pero estoy tan concentrada que no me daría cuenta ni aunque entrara mí madre por esa puerta.
– Por favor, estaré bien y tendré cuidado.
– Entiendo que quieras comer con tus amigos, pero tienes que reposar –pego un bufido, la verdad es que la pierna duele, pero no tanto con Erik.
– Pero quiero comer con él –y le pongo un puchero. En ese momento unas manos me cogen por la cintura y alguien me susurra al oído:
- Creo que puedo solucionarlo –sonrío y me giro. Estoy roja como un tomate.