OTRO MILLÓN DE PERDONES Y BESOS DE VUESTRA ESCRITORA ;))
Capítulo 17
Está tenso y nervioso. Eso hace que me entre el pánico. Me
mira y luego mira sus pies.
- ¿Qué-qué-qué-qué somos? –me dice; su mano tiembla- ¿Qué quieres que
sea? –susurra con la mirada gacha. No es justo, me responde con otra pregunta,
tiene trampa. ¿Y si le digo que le quiero? , que quiero, que sea mi novio. Me
rechazará, o puede que no. Bueno, con todo lo que ha pasado estos días, creo
que es bastante obvio que me gusta. ¿Y si él piensa lo mismo? No sé qué hacer,
me estoy desesperando. Sé que suena muy poco, hmmm, correcto, pero es así: hay
que echarle huevos. Respiro hondo y me decido.
– Te quiero –digo intentando parecer segura aunque no sé si lo he
conseguido. Erik abre mucho los ojos y levanta la cabeza en una milésima de
segundo. Me quedo mirando sus profundos ojos, puede que sea la última vez.
Coge mis
manos, lentamente, y se separa un poco. Ay Dios, me va a rechazar. Está claro.
Mis ojos quieren mojarse y empaparse hasta que no pueda ver nada más; hasta no
poder ver cómo me dice que no me quiere, que esto es muy precipitado, que no
puede corresponderme. Quiero resistirme, pero no sé si aguantaré más. ¿Así es
el amor? Dar, dar, y dar, para luego temer que lo que hayas dado no guste, que
haya sido insuficiente o demasiado, y no recibir más. Se supone que el amor
tiene que ser precioso y, y, y lo es, pero solo cuando…
-
Anne Wales, estoy loca, irrevocable e innegablemente enamorado de ti –libero
mis ojos y dejo que lloren, que lloren desconsoladamente, porque no sé cómo me
siento. Bueno, sí, terriblemente feliz, pero no sé cómo canalizarlo. Pero
parece que Erik tiene una ligera idea. Coge mi cintura y me levanta en el aire,
mientras yo le beso como nunca lo he hecho. Mis dedos se pierden en su pelo, y
mis lágrimas caen, manchando sus preciosas mejillas. Sonrío inevitablemente
mientras las limpio con la palma de mí mano, aun flotando en el aire. Él ríe y
vuelve a besarme. Yo sostengo su cabeza entre mis manos eufórica,
desconcentrada, desconectada, concentrada, conectada y todo, bajo la escalera
de su casa. Me deja en el suelo poco a poco pero sin soltarme y vuelve a
besarme. Rozo su suave cuello. Solo estamos nosotros, no existe nada más, y si
lo hay, no me importa.
Limpio mi mejilla con la manga de la suave gabardina negra
ajustada; era de mi madre. El resto de mi vestuario lo completan un jersey rojo
de punto sin cuello, unos vaqueros oscuros y mis anteriores botas negras de
montar. Me parece presentable. Moonbeam vuelve a lamer mi mejilla ya limpia. Yo
le regalo mi mejor sonrisa y abrazo su cuello con mis delgados brazos. La
cepillo, y cuando voy a desperdigar un poco el montón de heno, algo se mueve
dentro de él. Doy un paso atrás como reflejo, y gracias a la escayola resbalo y
caigo de culo. Vendita suerte la mía. Frunzo el ceño por mi dolorido trasero, y
sea lo que sea lo del montón, se vuelve a mover. Me levanto como puedo
alarmada, pero me acerco curiosa poco a poco al montón. Algo sale disparado de
él, pero luego gime y cae. Es un gato. Un gato bastante grande, sus ojos son
almendrados, su pelo es lanoso y bastante largo. Su tripa, patas, cuello y la
parte frontal entre sus ojos son blancas, como puro algodón brillante. El resto
de su pelo tiene diferentes tonos almendrados oscuros y castaños que se mezclan
entre sí. Parece que su pata no tiene buena pinta, y cojea bastante. Me acerco
a él esperando lo peor. Se revuelve, pero su magullada pata le duele demasiado
y al final se rinde y para. Entro corriendo en casa y salgo en medio minuto;
bastante asombroso con escayola y mi suerte. Me acerco cautelosa al gato y abro
la palma de mi mano: un diminuto trozo de pescado. Al gato le brillan los ojos
y lame mi palma llevándose consigo el pescado, y luego vuelve a hacerlo, creo
que por puro agradecimiento. Acaricio con las yemas de mis dedos su cabecita, y
él se restriega en mi brazo.
– Amigos –le digo riendo. Él responde lamiendo mi pulgar, lo que me produce
un agradable cosquilleo. Lo cojo, enrollándolo entre mis brazos, y no me queda
más remedio que meterlo en mi bandolera para llevarlo a la enfermería del
instituto; me hará compañía y quizás Emily pueda curarle.
-Shhhh
–le susurro al gato mientras lo acaricio en secreto, porque ha maullado. Si me
pillan me castigaran mucho, pero mucho tiempo. Alguien toca mi hombro y pego un
saltito, escondiendo al gato en mi espalda- ¡Me has asustado!- ¿Qué escondes? –dice Julie con una sonrisa maliciosa, ignorando mi queja.
– Nada –digo poniendo las manos a mi espalda, sujetando la bandolera. Julie sonríe demasiado, y lo pillo medio segundo tarde. Se abalanza sobre mí y, después de luchar, alarga el brazo bloqueándome con el otro y aprieta la bandolera. El gato suelta un maullido, muy poco amigable.
- ¡Para! –grito, apartándola de la bandolera, aunque por el maullido ella ya se había separado bastante; tiene una cara de susto bastante graciosa. Levanto un poco la tela superior y acaricio al pobre gatito.
– Oyyyy… Que mono. ¿De dónde lo has sacado? –dice Julie tocando su cabecita.
– Esta mañana lo encontré… -puedo ver la casa de Erik desde aquí. Julie chasquea sus dedos.
- ¡Annie, eh, vuelve! –doy un respingo y parpadeo.
– Julie te lo cuento luego ¿Vale? –ella frunce el ceño.
– Comemos juntas y hablamos –le recuerdo. Al final cede, me da un besito en la mejilla y se marcha. El autobús para y Erik entra.
Me ve y sonrío a más no poder, también él lo hace.
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