¿Qué significará あなたましょうヒントを歌いながら、私たちは間違っ受け入れる ? Vale, en realidad, espero que lo busquéis. ¡No lo diré! Todo esto (XD) viene por el capítulo. Estoy mentalmente desorientada, pero no tanto, ¿ok? Bueno, buena madrugada y que os guste el capítulo.
BESOS DE VUESTRA ESCRITORA ;))
Capítulo 31
- Serán 109’25$, por favor -me dice la dependienta al otro lado de la caja registradora de Fruitti. Saco mi nuevo monedero de MISAKO del bolso. La pobre tarjeta ha dado más vueltas hoy que en toda su existencia. Se la entrego a la dependienta que va demasiado maquillada y por fin salimos de allí, con un cepillo nuevo, cuatro botes de maquillaje ‘natural’, una BB Cream, cinco pintalabios, una brocha con colorete de regalo, la Silk•Épil blanca y rosa que parece más inocente de lo que en realidad es: un instrumento de tortura, y unas veinte mascarillas de frutas. Elia ha tomado parte en eso. Ah, y me han obligado a comprarme unos tampones. Yo uso compresas, porqué dicen que ponerte uno la primera vez duele, y yo no me voy a complicar la vida, pero para ellas es más invisible e higiénico. Estoy empezando a hartarme de todo.
- Por fin vamos a tomar algo -digo yo cuando estamos en la calle-. Pero tengo que llamar a mí padre para avisarle de que me quedo a dormir en casa de Margaret.
- Ahora que lo dices, nos falta una parada -dice Margaret.
- ¡Cuál! -nos quejamos Elia y yo a la vez.
- Hay que sustituir esa piedra por un móvil de verdad.
- Lo tenemos en color blanco, rosa y plateado.
- Gracias -digo yo-, pero seguiré mirando -la dependienta asiente y se marcha. En The phone House los dependientes te agobian demasiado.
- ¡Este! -grita Elia. Ese es bonito.
- HTC One Mini, buena elección -dice un dependiente.
- De acuerdo, con tal de salir de aquí -suspiro yo, además, es bonito.
- ¡No! -grita Margaret.
- ¿Por qué no? -le pregunto yo.
- Porqué lo que se lleva ahora son los teclados completos incorporados, algo más mono, y con colores.
- ¿Y…? -digo cansada.
- Esa -dice señalando un móvil bajo un cartel en el que pone Blackberry.
- Otra buena elección -dice el dependiente. A él con tal de que me gaste el dinero seguro que le parece buena elección. Voy a decirle que puede hacer con sus recomendaciones, cuando veo que Elia le mira con ojos brillantes. Por ella me aguantaré. El chico es joven, de unos veinte o así. Su pelo es negro ondulado y sus ojos verdes como la hierba. Si Dave no existiera yo también me fijaría, pero de momento no se ha esfumado, aunque mañana no se sabe.
- Seguro -dice Elia-. Puede enseñárnoslo -y parpadea exageradamente, algo que la hace muy mona con el rímel.
- Claro -dice el chico, después de mirarla con unos ojos brillantes. Estos, flechazo asegurado. Margaret y yo vamos yendo, y ellos se quedan un poco atrás y empiezan a hablar. Que monos.
- Blackberry Q10 -susurra Margaret-. Serás una reina con esta -y da una palmita.
20 minutos después el dependiente y Elia dejan de hablar, mientras tanto Margaret y yo ya hemos comprado el teléfono y me han puesto una tarifa de no sé cuántos G, o algo así, porqué ha sido Margaret la que lo ha elegido todo, y también me he comprado una carcasa muy fina de color fucsia con agujeros, como de topos, que se pone sobre la carcasa normal, para que sea “¡Más genial!”, según Margaret.
- Me ha dado su número -dice Elia mientras salimos a la calle.
- ¡Qué bien!
- Era muy guapo -le digo yo, para integrarme.
-Lo sé, y muy majo. Es que ahora estoy en una época responsable -explica mientras camina y gesticula-, nada de líos de una noche, ahora quiero a un chico de verdad.
- Uy, los que iban a tu casa eran de verdad, y estaban buenísimos -dice Margaret.
- Pero ahora quiero a uno para siempre, en serio, una relación bonita, un novio oficial.
- Eso está bien -digo yo apretándole la mano- y me parece que él también estaba por ti.
- ¿¡A sí!? -yo asiento, y Elia está en las nubes.
- Ya estamos -anuncia Margaret.
Un gran cartel neón en el que pone あなたましょうヒントを歌いながら、私たちは間違っ受け入れる adorna la entrada. Quién sabe lo que eso significará. El interior es moderno, y tiene un escenario con un taburete y un micrófono al final de la sala. El camarero asiático nos lleva hasta una mesa que está bastante cerca del escenario. Nos sentamos y mis pies suben a la gloria.
- Que bien sienta ir de compras.
- ¿Seguro? -digo yo. Las dos se ponen a reír, y yo miro la carta intentando ignorarlas. Sushi, sushi y más sushi- ¿Aquí sólo sirven sushi? -me quejo.
- Sí -responde Margaret-, o también puedes pedir una copa.
- ¿Para cenar?, no gracias. -ni para cenar ni nunca, aunque omito ese detalle.
- Pues yo sí que tomaré una -dice Elia.
- Y yo -dice Margaret-. Podemos pedir Sake, y así puedes probarlo -dice, mirándome a mí.
- Da igual, pedir lo que queráis -digo yo.
- Sushi de atún -dicen las dos a la vez. Supongo que a mí me tocará comerme las uñas.
Una hora después ellas han pedido, me han echado la bronca por no hacer lo mismo, se han hinchado a sushi, y algunos aficionados han empezado a cantar.
- ¿Vamos a casa? -digo yo- Si queréis arreglarme y no nos vamos ya, me quedaré dormida.
- Vale -responden al unísono.
Eso no es una casa, es una mansión. El taxi se aleja, y Margaret y Elia avanzan cruzando el jardín delantero, mientras yo alucino solo un ratito ¡Son ricos! Normal, si se gastan casi 1000$ en ropa interior y les parece normal, es culpa mía no haberlo adivinado.
Empiezo a caminar por el camino de piedras que se incrustan en el césped, taconeando en cada una de ellas. Margaret llama al timbre, porque no encuentra las llaves. El Sake no les ha sentado muy bien. Cuando estoy a dos pasos de la puerta, Dave la abre. Lleva la misma camiseta que esta tarde, pero sus pantalones ahora son unos grises y holgados que le cuelgan de la cadera. Sexy.
- ¿Habéis bebido? -dice, mirando a las dos chicas que tengo delante. Ellas dos me tapan.
- Noooo…mushshshooooo -dice Margaret.
- Claro, entr… -Dave se me queda mirando. Se acerca corriendo- ¿Has bebido? -sus manos se posan a los dos lados de mi cara.
- No -digo con voz clara, aunque susurrando.
- Mejor -dice, soltando todo el aire que contenía. Sus manos bajan, y cogen a las mías- vamos -acaba con una sonrisa. Yo no he acabado con él.