BESOS DE VUESTRA ESCRITORA ;))
Capítulo 24
Entro en mi
casa y me dejo caer sobre las rodillas en la entrada, sin cerrar la puerta
siquiera.
Creo que me
he quedado dormida aquí mismo. La puerta sigue abierta, y Claws ha salido de la
bandolera, pero algo más me ha despertado; no me cuesta localizarlo.
- Annie, pequeña
-me dice mi padre. Apartándome el pelo de la cara. Su mano es callosa, pero
hace tanto tiempo que no hace ese gesto, que resulta agradable.
- Papi -digo
con voz ronca, volviendo llorar. Esto me ha superado. Lo necesito, ahora no lo
puedo hacer sola, no todo. Abre sus brazos y me recoge. Me levanta del suelo y
yo hundo mi rostro en su suéter; huele a él. Mis manos lo agarran para que no
se esfume, ni me deje sola otra vez; no soportaré otra-. Papá no me abandones,
no otra vez -digo con voz de pito-, no me dejes, no te vayas, porque no puedo
aguantarlo más…
- Mi niña
-dice subiendo el último peldaño de la escalera- no volveré a hacerlo -abre la
puerta de su habitación y mamá- te quiero mucho -me deja en la cama de
matrimonio; en el lado de mi madre. Abre la cama levantando las sábanas y la
colcha. Me quita poco a poco la única bota que llevo y se fija en mi otro pie
como si fuera la primera vez- ¿Cuándo te hiciste eso? -pregunta preocupado,
mirando mi escayola.
- La semana
pasada -contesto sin creerme todo lo que me está pasando hoy.
- No me di cuenta -susurra, creo que para si
mismo-. Lo siento -dice muy dolido, con ojos vidriosos-, lo siento mi niña, no
sido un buen padre -dice dejando escapar una sola lágrima-, pero he vuelto, no
te volveré a dejar, te quiero cariño.
Me abraza, y
yo me doy cuenta de que estaba llorando. Al final conseguimos separarnos y me
quita él la gabardina ¿Por qué la tristeza hace que duela todo el cuerpo? Rodea
la cama y se tumba a mi lado.
Despierto
abrazada al pecho de mi padre, con su brazo por encima protegiéndome; pero
antes tuvo que llegar Erik. Una punzada en mi pecho, que se hace más grande
hasta que lloro. En el bonito reloj de la pared pone que son las seis y media;
hora de levantarse. Me levanto y sin querer despierto a mi padre. Sé que lo de
ayer fue algún tipo de ataque paternal o cariñoso, no se acordará hoy, o hará
como si tal.
- ¿Qué
haces, pequeña? -me dice rodeando la cama y viniendo hacia mí- Es pronto
todavía.
- No, que
va.
- Vuelve a
dormir -insiste acuclillándose delante de mí.
- Tengo que
ocuparme de Moonbeam y Claws, y… -no me vendría mal una ducha, iba a decir.
- Yo lo
haré, tú sigue durmiendo -acto seguido besa mi frente y se pone de pie.
- Papá -digo
agarrándole por la manga. Él se gira y yo de un salto le abrazo por el cuello-.
¿Estarás conmigo? -murmuro.
-Siempre
pequeña -me rodea con sus brazos como ese día que se hizo pasar por papá Noel.
Mi pelo
mojado gotea sobre la moqueta. Al final he convencido a mi padre de que
necesitaba la ducha, y que total, no podría volver a dormir. Él ha accedido con
la condición de prepararme el desayuno y llevarme hoy al instituto en su coche.
Se lo agradezco, porque no podré mirar a Erik sin llorar, y pegarle otra
bofetada, no hasta dentro de mucho tiempo.
Abro mi armario
con desgana; no quiero ir guapa hoy.
Saco una sudadera gris con la palabra ENGLAND coloreada de azul, blanco
y rojo en el centro. Me pongo unas mallas negras y las únicas Converse que
tengo: rojas. Con mi pelo hago una coleta de caballo. Hoy Emily me quitará lo
que es la armadura de la escayola, aunque seguiré llevando una capa de ‘algo’
en mi pierna. Salgo al pasillo: huele a huevos y beicon. Anoche no cené y mi
estómago gruñe al oler el desayuno. Dios, estoy machacada; Erik es un cerdo que
me ha hecho mucho daño, y sigo sin entender lo de Dave. Esto antes no me
pasaba, con la reclusión indefinida de mi corazón, solo pero en paz.
- Buenos
días -me dice mi padre cuando entro en la cocina.
-Buenos días
papá -me siento en la mesa y veo el gran plato que tengo enfrente. Mi estómago
vuelve a gruñir. Mi padre me sirve un vaso de zumo y me mira interrogante.
- ¿No te
gusta?
- ¡Sí!
- Entonces,
¿Por qué no empiezas?
-Te estaba
esperando -digo con la boca ya llena de beicon.
- Bueno,
parece que tienes hambre -y empieza reír. Yo asiento mientras cato el zumo.
- ¡Cinturón!
- Listo
-contesto. Desde los ocho años no contestaba a eso.
El coche
arranca y yo espero no tener que ver a Erik ni a Dave.
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