BESOS DE VUESTRA ESCRITORA ;))
Capítulo 28
Claws tenía
razón. Por alguna extraña razón, odiaba a Erik. Y le gustaba Dave. Ahora le
entiendo, aunque parece que Moonbeam no.
- ¡Vamos,
parad ya! -les grita mi padre mientras se acerca. Sé que no le harán caso.
Claws tiene los pelos de punta y su espalda arqueada, mientras gruñe con su
pequeño hocico arrugado. Moonbeam intenta chafarlo, pero el gato es demasiado
rápido. Casi me da una taquicardia cuando lo ha intentado la primera vez, pero
pasa el tiempo, y sigue sin conseguirlo, así que me he tranquilizado.
- Déjalos
-le digo a mi padre cansada. Estoy sentada sobre la acera que delimita la casa,
en una mezcla de hielo, nieve y heno, frente al establo.
- Sólo te
hacen caso a ti, como si te entendieran.
- No es
verdad -digo, levantándome del suelo, resignada. La mañana de sábado se me está
haciendo eterna. Aunque no hay clase, el Club de Arte (así lo llamo yo) se
reunirá esta tarde, y me apetece bastante ir. Y también ver a Dave. Aún no sé
si ha aceptado que le quiero sin remedio; lo peor es que él a mí también-, y aunque
fuera cierto será por qué les quiero y me ocupo de ellos -eso ha ido con
segundas. Por su expresión parece que se ha dado cuenta.
- Oye…
- Vamos a
arreglar eso -le corto yo, quitando la nieve de mi abrigo. Intentaremos mejorar
el estado del establo, aunque no sé qué puedo hacer.
- A ver…
encantadora de animales, haz que paren y sácalos de aquí -vale, para eso me
quería. Me dirijo hacia esos dos.
- ¡Vamos,
parad ya! -les grito, consternada. Estoy de mal humor por el tema con Dave, y
además… soy así esta mañana y punto. Moonbeam se queda quieta y me mira. Agacha
la cabeza y las orejas. Claws pega un salto, pero su agresividad se borra por
completo, e imita a la yegua blanca- Así mejor -digo entre dientes. Odio que mi
padre tenga razón. Cojo a Claws con un brazo, y con el otro guio a Moonbeam.
Mi padre
cambia algún que otro tablón de madera, pero no toca mucho la estructura por
miedo a que caiga. Yo solo resoplo mientras le observo. Necesito verle. Es lo
único que puedo pensar. Dave. Necesito verle, tocarle, acariciarle, abrazarle,
besarle, sentirle muy cerca… No sé qué ha sido eso último.
- Te
necesito -dice alguien. Levanto la cabeza deseando que sea Dave, pero es mi
padre el que lo ha dicho. Me espera con un gran bote blanco en una mano y dos
brochas en la otra. Resoplo
Llevo más de
una hora pintando el establo, dándole una mano tras otra de pintura barnizada.
Mis brazos quieren parar, pero yo no; es lo único que me despeja la cabeza.
Necesito pensar, digo, dejar de pensar en Dave. Huele muy fuerte a barniz, y me
quiero morir. Quizás oler de forma directa eso me mate. Cuando acabará est…
¡No! Llegaré tarde. Tiro la brocha por los aires y echo a correr hacia mi casa,
más concretamente hacia mi armario.
-¡Ehh! ¿Qué…
- ¡Llegaré
tarde! -le contesto a mí padre mientras cruzo el umbral de la puerta. Solo le
he dicho que he quedado con unos amigos. Nada sobre Dave.
Mi armario
es, básicamente, un asco. Creo que me estoy convirtiendo en una… ¡chica! Tendré
que ir de compras con Julie, porque yo sola no sabré qué hacer rodeada de
tantas tiendas y con tanta gente. Además de comparar los precios, ver las
nuevas modas, no perderme por ahí… ya se lo comentaré.
Empiezo a
rebuscar dentro del armario, con medio cuerpo dentro. Vale, sólo vaqueros… no.
Ellos son bohemios, intentaré integrarme. A ver… creo que hace mil años me
regalaron un vestido, debe estar por el fondo del armario… ¡Bingo! Ahí está. Es
bastante bonito, casi puedo decir que es ideal. Tengo que probármelo. Más bien
tengo que embutirme, porque es bastante pequeño, aunque ahora todas van así.
Creo que me quedará bien. También había por ahí unas botas que no eran las de
montaña. Sí, son como para un vaquero del oeste en chica, o algo así. Si esto
no es bohemio, esto es lo más parecido que puedo conseguir. Llegaré muy tarde.
Cojo un bolso que tiene la piel parecida a la de las botas, y salgo corriendo.
Bajar los
escalones con este tacón, que es lo normal para las chicas de mi edad, para mí
es una odisea. Me faltan tres escalones para llegar a tierra firme, dos, solo
uno… ¡Mi pelo! Me había olvidado de él. Subo a toda velocidad sin importar mi
falta de equilibrio por culpa de los estúpidos tacones. Atravieso la puerta de
mi habitación y tiro el bolso sobre mi cama sin parar siquiera.
Esto va a
ser difícil. Esta mañana no me he peinado, y ahora no me da tiempo. Una coleta
quedará mal con los enredos, y suelto ni pensarlo. ¡Ah! Una trenza de lado será
la solución. Estará un poco despeinada, pero parecerá que sea así adrede. Solo
tengo que ¡Ayyy! Duele separar los tres mechones de pelo con los dedos. Los
pongo sobre mí hombro derecho y empiezo. Un mechón, otro, otro… y la goma de
pelo castaña, para que no se note demasiado.
- Te has
puesto muy guapa -dice mi padre mientras me mira.
- Mira a la
carretera -le digo para que deje de hacerlo, un poco colorada. Él obedece, y
sonríe un poco; ha notado mi rubor.
- ¿Es por
algún chico?
- ¡¿Qué?!
¡No! -en realidad sí, pero no lo admitiré ni a punta de pistola.
- Claro… -ya
sabía yo que no me iba a creer. Me da lo mismo.
- Ya estamos
-le digo para cambiar de tema, y recordármelo a mí misma. Los nervios crecen, y
no sé por qué. El coche frena, y me quedo mirando la puerta del instituto. Ahí
está Dave. Los nervios crecen, todavía más. No lo entiendo.
- Que lo
pases bien -me dice mi padre-, pero con responsabilidad.
- Sííííííí,
papá -le contesto, ya un poco harta.
- Vale.
Salgo del
coche. Hace un frío tremendo, y yo aquí con mi vestido, que es demasiado corto
para mi gusto, y se me ven las dos piernas casi enteras, los dos brazos, mi
cuello… mejor no pensarlo. Clavo las uñas de mí mano izquierda en el bolsito de
piel. Respira hondo, sólo respira hondo. El aire es demasiado frío para hacerlo
sin que duela, pero yo como una idiota lo hago. Empiezo a caminar cuidadosa,
con los tacones sobre el hielo. Tú le quieres, y él también a ti. ¿Qué tiene
eso de malo? Nada. No está prohibido ni nada por el estilo. Me lía mucho.
¿Aceptó que estuviéramos juntos o no?
Casi me
choco de narices con la puerta principal. La rodeo taconeando, y estoy dentro.
Camino todo lo deprisa que puedo con los tacones sobre las baldosas recién
pulidas. Aquí dentro hace más calor, ¡gracias conserje!
Pasillos y
más pasillos. Por fin, después de esperarlo todo el día y parte de la tarde y
noche de ayer. Estoy frente al aula 104.
No entro,
contra mi voluntad, primero me reviso de arriba abajo. Modelo el vuelo de mi
vestido, coloco bien los tirantes que ya estaban bien, huelo la colonia de
fresa que me he puesto, pongo en su sitio todos los pelos de mi trenza, muevo
los dedos de mis pies comprobando que las botas de tacón no se han esfumado, y
doy un paso adelante mientras agarro el pomo de la puerta.
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