martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 10: En mi mente de hielo agrietado

Por fín he podido dejaros el 10º Capítulo. Estaba ocupada con la otra historia (Una divergente en llamas y con runas). ¿Habéis visto la imagen de la historia? ¿Os gusta? Este es un poco más corto, pero como compensación mañana publicaré este junto al tercero de la otra historia. Lo siento y espero que os guste!!!! ;)) 

Capítulo 10

Las gotas de agua fría que recorren mi cuerpo me despejan. Son el pequeño sustituto de uno de mis helados paseos. Cierro el grifo de la ducha y mientras me embadurno con el gel de almendras pienso en todo lo que ha pasado hoy. Solo afirmaciones, no preguntas. Me rompí la pierna. Me ahogué. Me salvé. Emily me curó. Erik intentó besarme. Julie nos interrumpió. Erik se fue. Erik no volvió. Erik me rechazó. Me rompí en mil pedazos. Erik me besó. Hui. ¿Por qué he dicho eso? En realidad es cierto. ¿Por qué lo hice? Erik se sentirá como yo cuando lloraba en el autobús. Soy una estúpida. ¡Eso ya lo sabes pero no es una respuesta Annie!

Me pongo el pijama y me tiro sobre la cama. ¿Por qué lo hice? ¿Tenía miedo? Puede. ¿De qué? No lo sé, solo me fui para no meter la pata. Estúpida, de nuevo. ¡Lo hice para no estropearlo y lo estropeé! Solo yo soy capaz de hacer esas cosas tan complicadas con tal de que salga todo rematadamente mal.


Mamá yace en el suelo. Tiene una mancha rojo escarlata en el abdomen que invade el perfecto blanco de su camisa. Las relucientes baldosas negras hacen que me maree. Caigo al lado del inerte cuerpo de mi madre. Sus labios ya no son rosas sino morados.    
Visto un vestido negro pegado con poco vuelo y unos tacones del mismo oscuro color. Mi cara está pintada con lápiz y sombra negra en los ojos. También un escalofriante pintalabios rojo sangre. Mi pelo queda recogido en un precioso moño. Parezco tener poco más veinte años con todo, y el dolor. Un río de personas sin rostro vestidas de negro pasa a mi lado, dándome el pésame. Observo como mi madre duerme dentro del ataúd. Espero a que despierte, pero nunca lo hace. Mis rodillas fallan y caigo al suelo.


Gotas de perlado sudor cubren mi nuca. Mi respiración es casi inexistente, y cuando me doy cuenta necesito coger una gran bocanada de frío aire. Estoy tumbada sobre mi cama, con mi viejo pijama. No existe tal vestido,  mi cara está desnuda y mis pies descalzos. Pero mi madre sigue muerta. Unas lágrimas se aventuran a caer por mis mejillas. No debo llorar. Siempre he reprimido mis sentimientos, y debo decir que no es muy sano, pero si efectivo.

Erik me viene a la cabeza. Sonrío como una idiota. Levanto mi maltratado y dolido cuerpo y me dirijo todo lo deprisa que puedo hacia el armario. Mi ropa no se caracteriza por ser elegante ni llamativa, pero hoy por primera vez desde que tengo memoria quiero “arreglarme” un poco más. Miro dentro; nada demasiado especial. Me decido por un jersey estrecho con el cuello ovalado que deja ver mis clavículas; no sé si la idea me gusta. Es negro y con unas escasas y finas rayas blancas. No renuncio a unos vaqueros claros, pero cambio mis botas de montaña por unas negras de montar que son un poco más elegantes y pegan con el jersey. Mi pelo queda suelto. Lo bueno es que no se encrespa demasiado, así que parece que lo haya alisado con una plancha. También cambio mi abrigo por una chaqueta de punto negra, a juego con un gorro igual. Definitivamente no me desagrada. Me rocío con un poco de perfume afrutado y salgo afuera. Por un momento he olvidado las muletas, la pierna. No montaré hoy ni mañana, hasta dentro de un tiempo ni hablar de ello. Decido rellenar mi bandolera con lo que necesitaré hoy. Tampoco puedo; estaré todo el día en la enfermería. No sé qué hacer y me aburro. Luego me desespero.

Bajo a la cocina y robo de la nevera una especie de yogur líquido. Salgo afuera para esperar el autobús aunque todavía faltan diez minutos para que pase a recogerme. Mientras pateo una montañita de nieve Erik vuelve a mi cabeza ¿Cómo reaccionará ahora? ¿Cómo lo haré yo? El rugido que me lanza el autobús me interrumpe. Subo cuidadosamente con las muletas a cuestas. Ahora mismo solo incordian. Me siento donde lo hace Erik para esperarle y poder hablar.


Cuando Julie aparece por la puerta me mira extrañada y se sienta a mi lado.                                      
- ¡No! –me mira de hito en hito- O sea, quiero decir –me corrijo yo-, quiero hablar con Erik, por eso me he sentado aquí –Julie me lanza una mirada condescendiente-. Me besó –susurro. La cara de Julie es todo un poema. Uno sorprendido y alegre diría yo. 
- ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo fue? –me grita ella eufórica.
 – ¡Shhhh! No grites –le volví a susurrar yo-. Ayer cuando volvíamos a casa en el autobús…
- Por un día que me recoge mi padre en su coche –me interrumpe ella pesarosa.
- ¿Quieres que te lo cuente o no? Llegará dentro de poco.
– Vale, vale…
- En mi sitio –Julie suelta un suspiro-. Primero pasó algo –digo recordando mi “supuesto” rechazo-, pero luego me besó, y luego yo a él –digo colorada. Julie abre la boca pero no dice nada. Hemos parado frente a la casa de Erik. 

2 comentarios:

  1. como lo dejas asi???!!!:( estoy muriendo por saber que pasara y tu me dejas asi???!!! eres cruel...
    Un abrazo
    Wayra♥

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  2. Jajajajaja solo aguanta un poco más... ;))

    BESOS Y ESPERANZA!!!!!!!!!

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No insultes, porqué aunque esté mentalmente desorientada, mandaré a unos mutos a por ti, y tu comentario acabará en el Árbol del ahorcado.
Gracias por comentar y que te ayude ayude el Ángel ;))