Capítulo 14
Despego mis manos de su camiseta y él sonríe con
suficiencia. Yo me sonrojo y entonces recuerdo que eso le parece adorable.
Restriego mis mejillas y deshago mi coleta. Erik se levanta en cuanto el
autobús se detiene y coge mis manos para ayudarme a hacer lo mismo. Cuando
pasamos por el pasillo Julie me mira extrañada, pero no me giro para
explicarlo. Ahora me doy cuenta, otro chico me mira; no es muy alto, pero lo
suficiente como para superarme, pelo corto con ondas rubio ceniza, ojos color
miel oscuro y cuerpo un poco musculoso, aunque su rostro no ofrece dureza
alguna, más bien dulzura y amabilidad. Aparto la mirada y noto la suya fija en mí
cogote. Ahora que lo pienso, no es la primera vez que lo veo. Creo que su
taquilla comparte pared con la mía, pero nunca hemos cruzado una sola palabra.
Erik sujeta
mi muleta y yo bajo los escalones del autobús. Me paro en la acera esperando
que él me dirija. Noto una de sus manos sobre mí hombro y que me sonríe. Me
entrega la muleta y yo no hago nada por quitar esa sonrisa de tonta de mi cara.
Él se pega a mí y empieza a caminar; estamos tan juntos que impedimos que el
aire pase entre nosotros. A Erik le tiembla la mano.
- ¿Pasa algo?-le digo con cariño, entrelazando nuestros dedos con mi
mano libre.
– No, no –dice
sacudiendo la cabeza. Ha empezado a nevar. Me paro en seco y tiro de su mano
hacia mí. Está tenso, por lo que no lo acerco demasiado y me resisto a tocar
algo más que no sea su mano; incluidos sus labios. Pongo cara de súplica.
– Erik…
- De verdad
–me dice, y acto seguido me planta un casto beso en los labios. No me siento
satisfecha, pero lo dejo estar.
La puerta de su casa es de cálida madera, con marcos
tallados en los bordes. Erik suelta mi mano con suavidad, inclina su mochila y
rebusca dentro para luego sacar unas llaves. Escoge una y la introduce en la
cerradura de la puerta principal. Me ofrece su mano. Yo la agarro y me acerco a
ella pegándola contra mi cadera.
Empuja la
puerta; suelo de madera color miel, con unas escaleras al frente recubiertas
con una moqueta clara y barandillas hechas de blanca madera. A los lados se
abren paso dos habitaciones. La izquierda un salón-comedor igual de acogedor
que el resto de la entrada. Las molduras y zócalos blancos enmarcan las paredes
de color amarillo oscuro. A la derecha hay una acogedora cocina. Él se
introduce en el interior del recibidor y yo le sigo, de cerca.
– Es preciosa –pienso
yo en voz alta.
-
¿De verdad te gusta? -¿Qué? Como me puede preguntar eso. Bueno, no creo que se
refiera a que a él no le gusta, sino que tenía miedo de que a mí no me
agradara, pero eso es imposible. Le sonrío y me pongo frente a él.
- ¿Cómo no me iba a gustar? –le digo acercándome poco apoco a él, bueno
más bien a sus labios. Él apoya sus manos en la parte baja de mi espalda y se
inclina hacia delante. Cuando sus suaves labios me rozan una niñita se asoma en
lo alto de la escalera. Me separo de golpe y Erik se extraña; no se ha
percatado de la presencia de la niña. Me mira suplicante y le sonrío, algo que
no entiende, hasta que la niñita ríe y se gira. Es pequeña, de pelo ondulado,
pero con un flequillo recto liso, y más oscuro que el de Erik, pero sus ojos
son del mismo tono. ¿Son hermanos? ¡Son hermanos! Es delgada, con el rostro
pequeño y fresco como una gota de agua. Cuando sonríe divertida enseña su
incompleta dentadura. No deberá tener más de seis o siete años, por lo que sus
dientes de leche empiezan a caer. Lleva puesto lo que supongo será un pijama;
pantalones cortos con rayas verticales que alternan los colores rosa pálido y
turquesa, y una camiseta de tirantes amarilla, como sus gruesos calcetines.
Baja a trompicones la escalera, se detiene frente a mí y, tras unas milésimas
de segundo sonriéndome (cosa que yo imito), me abraza y apoya su cabeza en la
parte baja de mí vientre, cerrando sus ojitos. Sus pequeños deditos rodean el
final de mi jersey y se enrollan en él. Yo me quedo helada al principio, y Erik
tiene la intención de separarla, pero yo me adelanto y apoyo mis manos sobre
sus hombros. Subo una mano hasta su cuellecito, y bajo la otra hasta un punto
intermedio en su espalda. Una oleada de calor me recorre, y también de
satisfacción.
–
Camille –le replica Erik. Ella se suelta un poco, pero parece que no quiere
separarse. Yo no aflojo mi agarre- Annie se hizo daño –dice mirándome apenado,
se pone de cuclillas frente a nosotras-, y tus abrazos son muy fuertes –dice
haciéndole cosquillas en su tripita. Ella pega grititos por las cosquillas. Yo
la saco del alcance de Erik cogiéndola en brazos, y ella se ríe de Erik, rodea
mi cuello con sus bracitos y hunde su cara en mi pelo. Las dos nos reímos y yo
la aprieto contra mí. Le he cogido cariño en unos segundos, y parece que ella a
mí desde que me vio. Erik sonríe muchísimo al vernos. Se acerca y acaricia su
pelo. Pone un brazo en mi espalda y besa mi mejilla, tocando las comisuras de
mis labios, produciéndome un deseo irrefrenable por besar sus dulces labios.
woooooooooooooooooow:) me gusto:) :) :) :0 :0:0 :) :D
ResponderEliminarGraciaaaaaassss!!!!!!!!!!
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