sábado, 28 de septiembre de 2013

Capítulo 15: En mi mente de hielo agrietado

Os dejo este Capi extra porque esta semana he escrito mucho!!!! También por el premio que le han otorgado a ESTA HISTORIA. Siíííííí!!!!!!!!!
Sé que el final es un poco raro, pero algunas chicas seguro que lo adivinan porque les ha pasado ;))
QUE OS GUSTE



Capítulo 15


Erik coge a Camille en brazos. Ella le sonríe y le regala un pequeño besito en su preciosa y apetecible mejilla. Yo noto un doloroso pinchazo en la pierna escayolada, supongo que por el peso extra al coger antes a Camille. Mis rodillas se doblan de dolor y mi cara pone una mueca. Erik alarga un brazo para cogerme antes de que toque el suelo. Los músculos que toqué en el autobús no eran fruto de mi imaginación. Me sujeta a mí pasando su brazo bajo los míos cruzando mi pecho, y a Camille con el otro bajo sus piernas. Rápidamente me aprieta contra él y siento su respiración en mi espalda. Una lágrima baja a toda velocidad por mi mejilla. Erik deja a Camille en el suelo y ella se acerca a mí, preocupada. Erik me rodea con sus brazos y me aprieta contra él. Me recuerda al día en el que le conocí, y sonrío, a pesar del dolor.
– ¡Annie! –me grita Erik. Me lleva en brazos al sofá y me deja con cuidado. Se arrodilla a mi lado y se acerca a mí oído- Cariño –susurra. Limpia mi lágrima y una pequeña sonrisa asoma por mis labios. Sujeto su cara entre mis manos, aparto algunos mechones de pelo que se ponen en mi camino y le beso con cariño. Él me besa como antes no ha podido, con cariño y delicadeza, pero también con un poco de pasión. Nuestras lenguas se acarician y enrollan. Nuestra saliva se mezcla continuamente. El dolor desaparece, solo Erik me importa. Se separa y el dolor vuelve a mí.
– Iré a por analgésicos –dice, acariciando mi mano con la punta de sus dedos- ¿Vale? –yo asiento con mucho pesar, él se levanta poco a poco y se va. Vislumbro a Camille hecha una pelota en un rincón del comedor.
- ¿Camille? –le digo yo con voz temblorosa. Ella levanta lentamente su pequeña cabeza y me mira con los ojos rojos y las mejillas empapadas- Camille, ven aquí –le digo extendiendo mis brazos y sonriendo un poco. Ella se levanta y se acerca corriendo con la cabeza gacha. Se para de golpe frente a mí y yo muevo las manos, aún con los brazos en el aire, invitándole a venir conmigo. Ella alza su mirada.
- ¿No estas enfadada conmigo? –y se pone a llorar. Yo alcanzo sus bracitos y estiro hacia mí. Erik llega con un vaso de agua y una pastilla en su mano. Camille hunde su carita en mi pecho y yo acaricio su suave pelo.
– Claro que no. No ha sido culpa tuya, ¿Vale? –ella asiente dentro de mi pecho y yo la abrazo más fuerte. Erik se acerca a toda velocidad mientras tanto.
– Camille –le dice-, tranquila, ven aquí –ella se separa poco a poco de mí y luego se resguarda en los brazos de Erik. Él le susurra algo y ella asiente. La deja en el suelo, besa su cabecita y ella sale corriendo hacia las escaleras. Erik se sienta en el borde del sofá junto a mí y me abraza.
– Gracias –susurra. Me mira a los ojos. Los suyos brillan, y no precisamente por la luz; están húmedos.
– Estoy bien –digo, cerca de su oído. Beso su cuello y los suaves y diminutos pelos de su piel se erizan uno a uno. Él se separa y me mira, mordiéndose el labio inferior.
– No me puedes hacer eso –me dice sonriendo ¿El qué? Yo le miro interrogante-. Tómatela y te lo explico -El dolor vuelve a mí al recordarlo, y agarro con fuerza la pastilla. La trago y luego el vaso de agua. Erik me lo coge y lo deja en una mesita de café de la que no me había percatado.
- ¿Duele mucho? –me dice acercándose más y más.
– A-ahora no tanto –le digo mirando hipnotizada sus labios. Sus manos se posan sobre mis muslos y yo no sé por qué se acerca tan lentamente, no aguanto más. Aprieta un poco sus manos y noto un cosquilleo que recorre mí cuerpo de arriba abajo. Se acerca. Cierro los ojos, pero no noto su beso. Bueno sí, pero en mi mejilla. Los abro y veo a Erik riendo. La rabia me inunda. Aparto sus manos de un manotazo e intento levantarme, pero un dolor cegador me obliga a sentarme. Él me coge.
- ¿Pero qué haces? –me grita.
– ¡Intento irme! –le grito yo.
– Era solo una broma… -me dice él en un tono más… normal.
- ¡Pues no me ha hecho ni puñetera gracia! –le sigo gritando yo.
– Annie tranquila –me coge las manos, pero yo las suelto y pego un bufido- ¿Qué te pasa?
- ¡Pues que yo solo te he besado –le grito con indiferencia- y tú –le pego con el dedo índice en el hombro- me has tomado el pelo!
- Vale, tranquila, lo siento, no debí hacerlo.
– No, no lo sientes –le digo en un tono más bajo, haciendo un puchero ¿Qué me ha pasado? -, ¿Puedes acercarme la muleta?
- ¿Para qué Annie? –pone cara de lástima- No quiero que te vayas. Quédate.
– Aunque me quede, seguiré necesitando la muleta –él me mira interrogante, pero se levanta y me la trae de todos modos. Yo la cojo y él me ofrece su mano. Cuando estoy de pie no suelto su mano e intento sonreírle- ¿El baño? –digo inocentemente. Él suspira de alivio y comienza a caminar apretando mí mano. Detrás de la escalera hay una puerta, un poco escondida. Erik la abre y encuentro un baño pequeño pero suficiente.
– Es la parte menos encantadora de la casa, pero el único en la planta baja –dice el sonriendo. Yo también intento sonreír.
– Gracias –le digo. Giro la cabeza avergonzada. Solo ha sido una broma, pesada, pero una broma ¿Por qué he respondido así? Suelto su mano y entro en la diminuta habitación. Cierro la puerta y me miro en el espejo. Ayer me besó por primera vez, hoy también lo ha hecho, ha comido conmigo en la enfermería, me ayuda, me cuida y yo cojo y me cabreo ¡Por una broma! No sé qué me pasa.

Bajo mis vaqueros y ahí encuentro la respuesta.


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