martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo 7: En mi mente de hielo agrietado

Capítulo 7

Espero que os guste el capítulo, y seguir leyendo cuando veáis que algo no cuadra del todo, que se aclara en dos líneas  ;))


Me sonríe y yo a él. Desliza una de sus suaves manos bajo mis rodillas, y rodea la parte superior de mi cuerpo con el otro. Sonrío de placer. Rodeo con mis brazos su cálido y suave cuello. Nuestros rostros se juntan, no hay centímetros que nos separen. Se levanta poco a poco. Apoyo mi cabeza entre su hombro y su cuello, y empieza a caminar. Veo a Julie sonreír por detrás de nosotros; no tengo fuerzas para fruncir el ceño ni para reprocharle. Erik baja las escaleras del autobús. Noto que sonríe.
El frío del exterior me golpea en la cara como una bofetada. Oigo los pasos de Erik por el camino helado, haciendo crujir pequeños trozos de hielo allí por donde pisa. Los copos de nieve se acumulan sobre nosotros. Limpio su hombro con suavidad y las puntas de mis dedos rozan su piel; creo que suspira.
Entramos en el instituto y una agradable sensación de calor recorre mí cuerpo, aunque ese calor sea provocado por la multitud de alumnos que no nos presta atención.
Erik me lleva por los cientos de idénticos pasillos que conforman el instituto, guiado por Julie. Por fin llegamos a Enfermería.
Cuando entramos la luz de un tubo fluorescente me deslumbra. Noto como Erik me aprieta contra él, pero luego me separa un poco, avergonzado. Yo libero su cuello de mis brazos, y él me mira a los ojos. Con sus preciosos ojos. Le vuelven a brillar como ayer, pero esta vez por culpa del tubo fluorescente.
La habitación es bastante grande, y solo tiene una ventana. Del techo cuelgan varios tubos fluorescentes, que iluminan tanto la clara habitación que me tengo que acostumbrar a que todo en ella brille de una forma molesta. Enfrente hay una mesa blanca con utensilios y aparatos médicos que me parecen siniestros. A su lado me espera camilla metálica, donde supongo, la enfermera me examinará. A la izquierda hay unas cuantas camas con sábanas y colchas, de un color blanco reluciente, rodeadas a cada lado por unas cortinas azul cielo puestas para dar un poco de privacidad si las corres. A la derecha hay un escritorio con muchísimos papeles y carpetas, una impresora y un ordenador idéntico al de la horrorosa mujer de Dirección. También hay unas sillas acolchadas del mismo color que las cortinas, ancladas a la pared, al lado de la puerta de entrada.
Sentada frente a la mesa se encuentra una enfermera; es pelirroja, delgada, de unos cuarenta años, su pelo es lacio y medianamente largo. Lo lleva recogido en una coleta de caballo, como las que me hacía mi madre. Su cara es fina, muy blanca y sus ojos de un azul más claro que el mío. Sus labios son rosa pálido y... Me falta el aire. Erik me sonríe, aún con sus ojos clavados en los míos. Es una mirada serena, y muy tierna.
- ¿Puedes dejarla en la camilla? –dice la mujer, con una mirada amable. Estoy en shock. Parece que Erik no se de cuenta, solo asiente y me deposita con infinito cuidado sobre el frío metal. Se aparta para dejar trabajar a la amable e inolvidable mujer- Me llamo Emily, pero prefiero que me llamen Em –y me sonríe de oreja a oreja-. ¿Me dices tu nombre?
- Annie, digo Anne Wales –quiero que me llame Annie, pero no parecer tonta repitiendo su frase. Ella se acerca al ordenador y teclea. Luego se acerca a mí.
– Dime Annie, ¿Qué ocurre? -pues nada, que te pareces tanto a mí madre que podrías ser ella, la cual por cierto está muerta, y estoy a punto de que me dé un ataque. Nada grave. Al menos si me da el ataque estoy en la enfermería. 
- Caí esta mañana de mi yegua, de espaldas -digo en vez de sincerarme del todo y parecer una lunática-. No pude respirar y, mi pie derecho –hago una pausa, sin saber explicarlo. Hago una mueca al recordarlo y lo suelto- crujió.
Ella se acerca a mí, y me levanta el vaquero poco a poco, con delicadeza. No quiero mirar, así que miro a Erik. Me sonríe. Intenta animarme, pero se puede ver que está preocupado a quilómetros. Cuando el pantalón ya va por mi rodilla, para. Erik observa mi pierna preocupado, y yo me pongo roja. Solo es media pierna, no estoy en ropa interior delante de él, tonta. Sigo sin estar cómoda delante de él así, ni delante de nadie. Me encanta que aquí no haga demasiado calor, porqué puedo ir tapada hasta la nariz si quiero. Emilly examina mi pierna con ojo crítico, mientras yo me armo de valor y bajo la vista. Está llena de parches de colores; azul, marrón, amarillo, morado y verde. Mi tobillo es el doble de grande; está tan hinchado que creo que podría reventar. De repente creo que mi pierna podría caerse, como una hoja lo hace de un árbol. No. No lo hará, pero me aseguro moviendo un poco los dedos amoratados de mi pie.
El pequeño puñado de cereales que desayuné esta mañana sube por mi garganta. Aparto la vista de mi pierna, giro la cabeza y arqueo la espalda. Erik salta hacia mí y me sujeta la cara entre sus dos cálidas manos; mi deseo por no vomitar delante de él es lo único que retiene a los cereales en mi garganta. Se acerca de costado para no molestar a Em y hundo mi rostro en su pecho.  Él acaricia mi pelo con su cálida mano, y me susurra palabras tranquilizadoras.
Emily toca un punto en mi pierna y yo suelto un grito ahogado en el pecho de Erik, que aprieta mi espalda contra él. Emily continua toqueteando mi pierna, provocándome un agudo dolor, que solo Erik consigue aplacar, en parte.
– Siento que las pruebas duelan –dice Em con una mirada de arrepentimiento-, pero he confirmado que la caída te ha provocado un daño importante, rotura-yo trago saliva, y Erik pasa disimuladamente su brazo por detrás de mi espalda, rodeándola. Pero la angustia es demasiada como para sonreír-, así que ahora te examinaré por completo, para asegurarnos de que todo lo demás está bien, y luego te escayolaré –yo asiento y pienso en lo que acaba de decir; no quiero que me examine entera delante de Erik, que sigue abrazado a mí. ¿Qué debo pensar de gestos como ese? Creo que de momento solo debo rezar para que mi pierna aguante en su sitio, al menos por ahora. Luego ya se verá. No puedo dar otro de mis paseos con solo una pierna, y ni hablar de montar a Moonbeam-. Vamos, te llevaré a la otra sala para examinarte.                  
Erik aparta su brazo de mi espalda, rojo como un tomate. Yo le miro con ternura; parece que eso lo tranquiliza.

2 comentarios:

  1. :) super, sigue siendo genial tu historia, animos y abrazos
    Wayra♥

    ResponderEliminar
  2. Gracias, espero que siga así ;)
    Besos y abrazos para ti también Wayra!!!!!
    ♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥

    ResponderEliminar

No insultes, porqué aunque esté mentalmente desorientada, mandaré a unos mutos a por ti, y tu comentario acabará en el Árbol del ahorcado.
Gracias por comentar y que te ayude ayude el Ángel ;))